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http://revista.ieee.es 36 Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) Núm. 11 / 2018 mostrarse las dos formaciones políticas sin la capacidad institucional suficiente como para realizar cambios fundamentales o de calado en los sistemas políticos en los que se encuentran54, como afirma Mohammed El-Katiri, investigador del británico Conflict Studies Research Center (CSRC). Y, continúa, en el caso tanto de Marruecos como de Túnez, la cuestión radica no en la vertiente religiosa, sino en la política, en la falta de capacidades necesarias para convertir los valores en políticas realistas, en acción de gobierno, algo que en numerosas ocasiones se adquiere con la experiencia. Así pues, parece acertado concluir que aún les queda camino por delante para ser capaces de conseguir sus objetivos políticos. El caso turco es distinto. En palabras de Talip Kucuckan, diputado del AKP: «respe-tamos mucho (a Ataturk), pero hoy tenemos un país en el que el Ejército ya no decide, ni la universidad ni los medios. Es una clase diferente de democracia. Las decisiones de Ataturk eran correctas para los años 30 y deben verse en su contexto y no utilizar su memoria e ideología para amenazarnos con usar el Ejército e imponer el secularis-mo (a la gente). Ataturk ha sido siempre la excusa, pero tenemos que seguir adelante (...). Lo que la gente fuera de Turquía no quiere entender es que mientras sí es cierto que hay una tendencia conservadora en nuestro partido, esta supone el reflejo de más de la mitad de nuestra sociedad. Tenemos valores conservadores y musulmanes pero, a diferencia de otros, nuestro islam es más moderado, mezclado con el sufismo, la influencia occidental y las minorías que viven entre nosotros»55. Así pues, entre otras cosas, el AKP considera «superado» el régimen republicano secular y a su «democracia» como «diferente». Bien, la pregunta en este punto sería, entonces, ¿cómo llamarán al régimen que salga una vez terminado el proceso iniciado por Erdogan en 2013? ¿Solo «presidencialista»? Y caben más preguntas como, por ejemplo, ¿qué ocurrirá con todos aquellos parti-darios del Estado laico y a los que no les convence el islamismo actual? Otra cuestión, ¿qué hará Erdogan con todo su poder acumulado cuando los números de la democra-cia, los votos, no coincidan con su plan diseñado? Cuando pasó algo parecido, en las elecciones generales de junio de 2015, el presidente lideró el giro de su partido hacia el nacionalismo exacerbado y azuzó la amenaza del enemigo violento interior y exterior. Y le salió bien, para noviembre de ese mismo año, convocada una nueva consulta, el AKP ganó de forma clara. Ahora, eso sí, como afirma el periodista británico especialis-ta en Oriente Próximo, Christopher de Bellaigue, a costa de amasar «una combinación de nacionalismo y religiosidad como no se había visto en veinte años en la política turca»56. Además, señala el analista de seguridad turco Metin Gurcan, «el reciente intento de golpe de Estado ha convertido las relaciones cívico-militares en un nuevo 54  https://www.globalsecurity.org/military/library/report/2014/ssi_el-katiri_140721.pdf. Consultado el 20-11-2017. 55  http://www.haaretz.com/middle-east-news/turkey/.premium-1.732749?v=7AE770EFD8B39F184 21631B3A92A36D5. Consultado el 24-07-2016. 56  http://www.nybooks.com/daily/2016/08/06/turkey-chooses-erdogan/. Consultado el 15-08-2016.


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