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24 HISTORIA Y HUMANIDADES 2018 Neith y Selket y representaciones de apicultura. Los egipcios utilizaban la miel en sus momificaciones por su gran poder antiséptico, como ungüento en llagas y heridas y remedio de numerosas enfermedades. Junto a la tumba de Tutankamon (XVIII dinastía, 1336 a 1327 a. C.) se hallaron recipientes con miel. Los egipcios ya conocían la apicultura hace más de cuatro milenios. Dada su importancia, la producción de miel estaba altamente regulada. El uso de la miel, o al menos el conocimiento de las abejas que la fabrican, se remonta a los orígenes mismos del Estado en el antiguo Egipto, donde desde la I Dinastía encontramos el insecto en uno de los nombres que forman la titulación del faraón, «El del junco y la abeja», como representación del Bajo Egipto. Sin embargo, las primeras representaciones de apicultura datan de algunos cientos de años después, del Imperio Antiguo, concretamente durante la V Dinastía. Se trata de abejas que hacen sus panales en colmenas artificiales en forma de tubos que se apilan unos sobre otros. Podemos verlo en la habitación de las Estaciones del Templo Solar de Nyuserra, en Abu Gurab, a unos 15 km de El Cairo -se conocen seis templos solares, todos pertenecientes a la V Dinastía- donde los trabajadores del faraón realizan el proceso en cuatro pasos: tranquilizar a las abejas, recoger la miel, prensar o apretar la miel y guardar y sellar los contenedores de miel. Ya en la I Dinastía se tiene conocimiento de la existencia del «sellador de las jarras de miel», y en los templos se hallan referencias a los apicultores y recolectores. Se puede observar en sus jeroglíficos como los egipcios ya practicaban la trashumancia de las colmenas, y en el documento más antiguo de la medicina egipcia (el papiro de Ebers 1500 a.  C.) se otorgaba a la miel numerosas propiedades tales como curar enfermedades gástricas, intestinales, heridas… Con los romanos, la apicultura se difundió por todo el Imperio y su producción se convirtió en una de las principales industrias. Era tan apreciada, especialmente la de Hispania, que algunos impuestos se recaudaban en miel. En el Imperio romano este producto formaba parte de la dieta de las legiones. De hecho, consumían una bebida llamada mulsum elaborada con vino y miel. Posteriormente los visigodos también fueron unos grandes aficionados a tomarla. Cuando los romanos invadieron Inglaterra a mediados del siglo I a. C., observaron que el pueblo consumía un líquido fermentado preparado con miel y agua: el hidromiel. Esta bebida alcohólica, considerada la más antigua (es anterior al vino y a la cerveza) fue muy popular entre los romanos, los griegos, los celtas y los sajones, aunque seguramente los más conocidos consumidores fueron los vikingos, a quienes el hidromiel les servía para fortalecerles ante los rigores del Atlántico norte. En la Edad Media la apicultura se desarrolló de manera importante debido al aumento de la necesidad de cera para fabricar velas destinadas al culto. Esta actividad quedó relegada a los conventos, y fueron los hombres de iglesia quienes contribuyeron de forma más importante al desarrollo de las técnicas de la apicultura. En la época de la Reconquista, a causa de las numerosas partidas de bandoleros que saqueaban y arrasaban las colmenas, se crearon las primeras hermandades de colmeneros en España con el objeto de proteger sus bienes. Tras el descubrimiento de América, los colonizadores exportaron al Nuevo Mundo colmenas repletas de abejas, que para los indios se convirtieron en animales propios del hombre blanco. Hasta entonces, allí solo se conocían las abejas llamadas meliponas, o de tierra, una especie sin aguijón, que elabora una miel oscura que depositan en los panales construidos sobre el suelo. Los colonos encontraron en este néctar un ingrediente ideal, no solo en la elaboración de recetas de cocina, sino también perfecto para preservar los alimentos y fabricar cemento y barnices. En las Islas Canarias, la apicultura representa una actividad ganadera de gran tradición, y concretamente en Tenerife, como lo demuestran las referencias históricas que aluden a dicha actividad. Los apicultores de Canarias tradicionalmente han manejado en sus colmenas la abeja que existía de manera salvaje en el medio natural, conocida entre los apicultores como Abeja Negra, por su característico aspecto oscuro que contrasta con abejas de otras latitudes. Es una abeja rústica, bien adaptada al peculiar clima de las Islas Canarias. La miel es un fluido dulce y viscoso producido por las abejas a partir del néctar de las flores o de secreciones de partes vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores de plantas. Las abejas lo recogen, transforman y combinan con la enzima invertasa que contiene su saliva y lo almacenan en los panales donde madura. Las características físicas, químicas y organolépticas de la miel vienen determinadas por el tipo de néctar que recogen las abejas. El origen botánico de las mieles define también la mayor o menor facilidad de estas a cristalizar. La miel de mielada o mielato, rocío de miel, miel de rocío o miel de bosque es la producida por las abejas a partir de las secreciones dulces de áfidos, pulgones, cochinillas y otros insectos chupadores de savia, normalmente de pinos, abetos, encinas, alcornoques y otras plantas arbustivas. Suele ser menos dulce, de color muy oscuro, se solidifica con dificultad, y no es raro que exhiba olor y sabor especiados, resinosos. La miel de mielato procedente de pinares tiene un peculiar sabor a pino, y es apreciada por su uso medicinal en Europa y Turquía. La miel de flores es transparente y se solidifica con el tiempo dependiendo de su procedencia vegetal y de la temperatura. Por debajo de


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