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Revista Historia Militar Extra 1 2018

254 FERNANDO RODAMILANS RAMOS Teresa de Portugal, con penas de excomunión para los cónyuges y de entredicho para ambos reinos. La separación del matrimonio era ya efectiva en 1194210, pero propiamente fue Tordehumos el acto que puso el punto final a dicha unión ilícita. El cardenal Gregorio habría abandonado en torno a estas fechas la Península Ibérica. Tordehumos parecía confirmar que el fin de los enfrentamientos entre los reinos era una posibilidad inmediata. La campaña de Alarcos fue la mejor prueba de la confianza de ambos monarcas al respecto211; tras lo acordado en Tordehumos, Alfonso VIII tuvo cierta seguridad sobre la posición cuando menos neutral de León y Navarra durante su campaña contra los almohades. No obstante, la bula que Celestino III dirigió entonces a todos los príncipes de España (10 de julio de 1195), mencionando expresamente la labor de promoción cruzadística que había sido realizada por el cardenal Gregorio durante su legación, parecía poner en duda el compromiso de todos los implicados con los acuerdos de Tordehumos212. Esta bula podría ser una buena síntesis de cuál fue uno de los objetivos primordiales de la misión del cardenal Gregorio, de la alegría por los logros conseguidos, que se manifestaban de manera extraordinaria en la empresa militar que se estaba desarrollando, pero también de la desconfianza del Papa Celestino con respecto a los príncipes hispanos y a la fortaleza de su compromiso con los demás reinos cristianos contra el Islam; dicha desconfianza, por otra parte, no era en absoluto infundada, sino fruto de su propia dilatada experiencia de la política peninsular. No obstante, fue la inesperada derrota en Alarcos del 19 de julio de 1195 el detonante para que todos los acuerdos previos quedasen sin validez. Tras la batalla, Alfonso VIII y Alfonso IX se reunieron en Toledo, donde se hallaban el 27 de julio. El leonés, instigado por sus nobles consejeros, exigió ciertos castillos a su primo, que éste se negó a concederle, lo cual tensó las relaciones. Desde Toledo fue a Santiago, probablemente preparando ya la guerra, y el 28 de octubre de 1195 estaba en Zamora. Por esas fechas entró de nuevo en tratos con los almohades, con los que, al igual que haría el rey de Navarra, no sólo firmó una paz, sino una colaboración activa contra la facción castellano-portuguesa. Dichos acuerdos se habrían materializado durante el 210  GONZÁLEZ, J., Alfonso IX..., T. I, p. 66; RIVERA RECIO, J. F., La Iglesia de Toledo..., T. I, p. 238. 211  MARTÍNEZ VAL, José María, “La batalla de Alarcos”, Cuadernos de Estudios Manchegos, Núm. 12 (1962), pp. 89-126; IZQUIERDO BENITO, Ricardo, RUIZ GÓMEZ, Francisco (Coords.), Alarcos 1195. Actas del Congreso Internacional Conmemorativo del VIII Centenario de la Batalla de Alarcos (1995. Ciudad Real), Cuenca, Ed. de la Univ. de Castilla-La Mancha, 1996. 212  JAFFÉ, Regesta, II, Núm. 17265, p. 616; SMITH, D. J., “The Iberian Legations...”, Doc. 1, pp. 109-110. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2018, pp. 254-268. ISSN: 0482-5748


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