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Cultura y le hace un rasguño. Fue en ese momento, cuando el sargento José Enrique Serantes, Apache, nota un leve golpe en la pierna izquierda, siente como si hubiera recibido una pedrada. Se mira la pierna y ve un poco de sangre. Lo primero que piensa es: “¡coño!, ¿me han dado?”. Siguen respondiendo al fuego, e informan de la situación. En ese momento, se siente extraño cuando escucha por radio: “Apache ha caído”. Y vuelve a pensar, rápido: “¡joder!, que todavía estoy vivo”. Como no quiere tener ninguna duda, le dice al soldado Robles que le mire bien la herida. Y Robles le confirma que tiene un agujero limpio de entrada y salida. Al incorporarse de nuevo, siente un leve mareo e informa al jefe de Sección de la situación y de que se están quedando sin munición. En este momento el jefe de Sección recibe la orden de romper contacto y alcanzar la base de patrullas “Málaga”, a unos 10 kilómetros de distancia, donde la segunda Sección puede montar una zona para aterrizaje de helicópteros para la evacuación. Allí mismo, José Enrique es estabilizado, a la espera de ser evacuado a Herat. En Herat, en el ROLE 2, un cirujano del Ejército búlgaro lo opera de urgencia. Antes de ser anestesiado piensa en lo mucho que debe a sus compañeros del “Tenerife” nº 49, al personal del Ejército del Aire que lo evacuó, a la compañía “Albuera”, a la Sección de Armas y no puede menos, mientras que va perdiendo el conocimiento, que recordar lo cerca que estuvieron todos los componentes de su pelotón y su tripulación, como si fueran un único soldado, durante el peligro que los envolvió en los combates: Peluche, Sandri, Panchi, Robles y él, que en nada logra distinguirse del resto, Apache. Tranquilo, Apache piensa, mientras va perdiendo poco a poco la conciencia a causa de la anestesia, que el dolor es pasajero, pero la satisfacción es eterna. Cultura DECARGUE AQUÍ LA APP ET ORIENTA 60


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