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ARMAS Y CUERPOS 138

En el mes de enero de 1885 habían comenzado en las playas de Río de Oro los trabajos para la construcción de una factoría fortaleza al lado de la caseta de madera que había instalado la Sociedad Geográfi ca, sin que los moros de la costa ni del interior manifestasen ningún acto hostil. Todo lo contrario, los indígenas eran empleados como peones de arrastre y regularmente se hacían transacciones económicas entre estos y los españoles, y no fue una vez, sino varias, que el pailebot Pino llevase a Las Palmas ganado fruto de estos intercambios. E incluso en uno de sus viajes, el Pino llevó a Las Palmas muestras de los minerales encontrados en Río de Oro. El 2 de enero de 1885, un miembro de la expedición, Matías Reina, descubrió un pozo de agua potable de un metro y medio de diámetro por tres de profundidad. El agua, según decían, era de excelente calidad. El pozo, que se encontraba en un terreno de gran vegetación, era usado por los moros que llegaban desde al menos 8 leguas de distancia. Posteriormente, el día 12 de ese mes, el comandante de la Ceres, Barrasa, reconoció ampliamente el terreno donde se encontraba. Días más tarde, el periódico El Liberal de Las Palmas anunció que se había bautizado al pozo con el nombre de “General Cassola”, en honor del presidente de la Sociedad Mercantil Hispano Africana. El emplazamiento de la fortaleza, nos dice el coronel de Artillería José Iglesias de Ussel y Leste en su trabajo El 9º de Plaza en la ocupación de Villa Cisneros6, fue en la costa oriental de la península de Dajlaes-Saharia (la entrante), dentro de la bahía y a unos diez kilómetros de la entrada. El territorio era de caliza y arena con vientos dominantes del noreste “que arrastran arena fi na” y envueltos en una temperatura media de 21º centígrados. Temperatura que podía ascender hasta los 51º cuando entraban las calimas. Bonelli, que estaba en tierra desde el principio con veinte hombres, había celebrado en este tiempo varias conferencias con los jefes de tribus llegados del interior. En los encuentros les propuso cambios, que aceptaron de buen grado, y les entregaba cartas en árabe para que fuesen enseñadas en los aduares del Sáhara. En ellas se explicaba cuáles eran las intenciones de la factoría española existente en la costa. En esta actividad, Bonelli permaneció en el lugar hasta el 26 de febrero, que regresó a la Península. Dejó fondeada en la costa la goleta de guerra Caridad mandada por el teniente de navío Víctor Concas, que a su vez se marchó a las Canarias el día 28 del mismo mes, dejando a la factoría sin ninguna protección armada. En Río de Oro se quedó anclada en la ría la polacra-goleta Inés, propiedad de la Compañía Mercantil, utilizada como pontón y almacén fl otante, hasta que fi nalizasen las obras de la construcción del fuerte. El personal que se quedó fue el jefe de la factoría, Eusebio Pontón; el director de las obras, José Campos; el tenedor de libros, Serafín Frutos; el auxiliar Pedro Sánchez; el maestro de carpintería Lucas Miranda; 5 maestros de mampostería, 5 peones, 4 marineros de la goleta de guerra Ceres y el intérprete. Desde el 28 de febrero hasta el 6 de marzo no ocurrió nada que rompiese la tranquilidad de la pequeña colonia. Sin embargo, ese día observaron cómo llegaba un grupo de unos 46 moros armados conduciendo camellos y ganado. Esto no causó extrañeza para los españoles, sino todo lo contrario. Supusieron que eran nuevas gentes que llegaban con ánimo de comerciar respondiendo a las lecturas de las cartas que había mandado Bonelli. Las conversaciones para realizar la venta de ganado se desarrollaron dentro de la lentitud con que estas se hacían eventualmente. Cosa muy común entre los árabes, que buscan que el contrincante se desespere y sacar de esa manera el mejor trato posible a sus intereses. Los de la factoría no hicieron alarde en ningún momento de Agosto-2018 Armas y Cuerpos Nº 138 93


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