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Revista-General-Marina-275-1-julio-2018

VIVIDO Y CONTADO entre él y Felipe impidan que alguien se meta donde no debe y acabemos decapitando a alguien con las palas del rotor. Unos minutos después, que a mí en el helicóptero me parecieron eternos, vuelven todos, esta vez sin el primer oficial. Nuestra misión ha concluido, pero queda la vuelta. Avisamos a los controladores tanzanos de que hemos dejado al evacuado y que nos disponemos a volver al barco. Nos piden que les comuniquemos el momento que recuperamos comunicaciones con nuestro buque madre. Les explico que están a casi 100 millas mar adentro y que nos será imposible mantener enlace con los dos a la vez. —Wow! A hundred miles? Good luck! —nos responden con una risa nerviosa. Del hotel habíamos salido ya con gafas de visión nocturna. No sirven de mucho, pues la humedad reinante hace que todo fuera del helicóptero sea un manto verde claro. Ascendemos para intentar ganar comunicaciones. Tomamos la precaución de encender el pitot heat para evitar lecturas erróneas de los instrumentos de navegación. En el vuelo hacia tierra no nos topamos con nubes de tormenta, por lo que es de suponer que de vuelta al barco no habrá. Haya lo que haya, la humedad impide ver con claridad. Seguimos avanzando hacia levante. Silencio en el helicóptero solo roto por las llamadas a ciegas de Miguel intentando contactar con el barco y por mis cálculos de combustible. Hemos decidido que cuando nos queden 1.400 libras, si no hay TACAN o comunicaciones radio o AIS, nos volveremos al hotel y mañana Dios dirá. Esas libras nos dan para volar otra hora desde mar abierto al hotel y dejar un remanente de 600 libras obligatorias que no se pueden gastar por nuestro particular sistema de combustible. No me apetecía mucho dejar toda una noche en un aparcamiento africano un helicóptero que estaba bajo mi responsabilidad. Tampoco tomar en un helipad tan confinado, esta vez con gafas de visión nocturna. De todas formas no podemos llegar a ese punto de no retorno sin evidencias de dónde está el barco. Intento ganar altura para establecer comunicaciones o que nos llegue la señal TACAN, pero hay que encontrar el límite entre seguir vislumbrando la superficie del mar y la necesidad imperiosa de oír al controlador. Del horizonte ni hablamos. No es visible. Así que mantengo un scan de instrumentos constante. No sé por qué, pero vienen a mi mente los compañeros del Ejército del Aire que se «clavaron» en el agua. Attitude indicator, velocidad, altímetro, vertical speed indicator, rumbo, attitude indicator, velocidad, altímetro, vertical speed indicator, rumbo... Y así todo el vuelo. Felipe encuentra un crudo radar por la zona por donde se supone que viene el Patiño a toda máquina. Lo malo es que está a 75 millas y hay varios contactos, por lo que no sabemos cuál es. 82 Julio


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