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Tierra Edición Digital 38

Nacional de seguridad, de 50 metros de ancho, que constituyen el perímetro de Puig Amarillo; el primero, de unos 18 km y el segundo, de alrededor de 12 km de longitud (este es el que se ha limpiado en profundidad)». Han participado 50 militares del RPEI y, por parte del Regimiento de Ingenieros nº 1 (Burgos) —también perteneciente 22 al Mando de Ingenieros—, un Equipo de Desactivación de Explosivos (durante todo el verano) y 40 militares (que solo estuvieron 3 semanas) para el reconocimiento visual en superficie. El subteniente Prados, del Centro de Control EOD de la Compañía de Desactivación de Explosivos (CODEX) y con 11 misiones a sus espaldas, añade algunos datos: «En un campo llegamos a detectar 320 positivos; tras analizarlos comprobamos que muchos de ellos eran restos metálicos sin más trascendencia; en total, hemos encontrado 178 UXOS (artefactos sin explosionar, aunque podrían hacerlo en cualquier momento), 98 de los cuales han requerido neutralización in situ. El sargento 1º Herraiz ha regresado recientemente de una comisión en el Laboratorio de Explotación Forense de la Agencia Europea de Defensa. Allí desarrollan análisis de explosivos de un nivel superior (con los que desentrañan la procedencia, fabricación... del explosivo). Respecto al trabajo en Puig Amarillo nos detalla qué municiones restan por neutralizar al día siguiente; como podemos comprobar, en una muestra que han preparado —y en la que nos encontramos la espoleta por un lado y los explosivos por otro— han encontrado casi de todo. Cartuchería de 12,70, proyectiles de Artillería Antiaérea, granadas de mortero, proyectiles de Artillería de Campaña, de carros de combate, cohetes del Teruel, restos de misiles TOW, bombas de aviación, botes de humo... engrosan la lista; lo más sorprendente: dos motores de cohetes del MLRS estadounidense que irán al Museo de la unidad, probablemente. No solo ejecutan este tipo de labores, también acuden a la “llamada” de diferentes autoridades civiles que soliciten apoyos (a través de la cadena de mando) para buscar restos arqueológicos, «por ejemplo, donde se desarrolló la Batalla de Cutanda, un yacimiento de la Edad de Bronce o bombas de la Guerra Civil en campos de labranza», comentan el subteniente y el sargento 1º. Todas las fases que componen la limpieza (en las páginas 24 y 25 se detallan) se han llevado a cabo meticulosamente más de 250 veces —campos en que se dividió el cortafuegos de Puig Amarillo— a lo largo de este verano. Al terminar, se ha podido certificar la seguridad de la zona. Probablemente, no era la manera más divertida de pasar la época estival para estos militares, pero sí la mejor para que sus compañeros vuelvan al campo de maniobras con la seguridad de que no encontrarán ninguna “sorpresa”.


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