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Nacional veces uno no es consciente hasta que llega el momento. «Para mí fue una sorpresa cuando mi hijo me dijo, en 2º de Bachiller, que quería ser militar. Y otra cuando, estando en 4º de la Academia General Militar, me dijo que iba a elegir Infantería para hacer Operaciones Especiales. Pero lo cierto es que yo hice lo mismo con mi padre», recuerda. En su casa, su padre nunca le presionó para que hiciese una cosa u otra, le dejó libertad para elegir por sí mismo, y él quiso emularle con su hijo. A pesar de la distancia en el tiempo entre los cursos de unos y otros, el espíritu y el carácter que imprime entre quienes lo superan, sigue invariable. «En estos años, el curso no ha cambiado mucho de estructura. Lo que ha cambiado ha sido el enfoque que se la ha dado a los contenidos de esa estructura, que han ido variando con la evolución de la situación en el Ejército y las necesidades que se demandan», afirma el coronel que, como su padre, también fue profesor de la EMMOE durante años. También se mantiene el nivel de exigencia y el cariño hacia los subordinados porque, en Operaciones Especiales, quizá como en ningún otro destino del Ejército, la persona es una parte esencial, donde la vida se pone en manos de los compañeros. Lo que sí es muy diferente es el plano de los recursos materiales. Ahora, los guerrilleros cuentan con materiales de última tecnología, al nivel del resto de países de la OTAN. Atrás han quedado los tiempos que vivió el abuelo, en los que había que tirar de ingenio para “fabricar” lo que necesitaban. Como por ejemplo, pintarse el uniforme para mimetizarlo, igual que ahora se hace con el rostro. También ha variado el rostro del enemigo: de los maquis de los tiempos de posguerra, a los países del Telón de Acero hasta el terrorismo global de la época actual. En todos los casos ha habido un Morenza dispuesto para hacerle frente. Solo el tiempo dirá si la saga continua… 47


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