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Nacional Gregorio Alonso, Goyo para los 48 amigos, lleva toda su vida laboral en los talleres del Ejército en Burgos. Desde su puesto como maestro tornero, este civil ha sido testigo de excepción de la evolución del Ejército en los últimos 50 años. Ahora está a punto de despedirse de su puesto en la Unidad de Servicios y Talleres 612 de la Agrupación de Apoyo Logístico nº 61, que realiza labores de mantenimiento de Tercer Escalón de las unidades de su entorno, y que cuenta en su plantilla con personal civil y militar. Aquí se va a jubilar tras cumplir 65 años —el 27 de diciembre—, después de medio siglo de vida vinculada a la Institución. Cuando entró a trabajar con tan solo 18 años en el entonces llamado Parque de Artillería, los militares de los talleres vestían de azul y con galleta roja. Los operarios también iban de azul, pero con mono, un color que no ha variado con el tiempo. Corría el año 1972 y era el primer trabajo para Goyo, que se había formado en la Escuela de Aprendices (algo similar a la formación profesional actual) de Burgos. A pesar de no tener familia militar, a su padre le pareció una buena opción para aprender una profesión, y allí pasó cuatro años, desde los 14 hasta la mayoría de edad. De esa etapa recuerda que tenían que hacer instrucción y que les enseñaban a desfilar, además de asistir a las asignaturas del curso y hacer las prácticas. Los profesores eran todos militares, así que, desde muy joven, Goyo se acostumbró a vivir rodeado de uniformes. Quizá ese haya sido unos de los motivos que han contribuido a que siempre les haya visto con total naturalidad, «como un compañero más». La convivencia en los talleres entre unos y otros es muy estrecha, y su experiencia con el personal militar en estos 50 años siempre ha sido muy buena. Tanto que, para Goyo, el trabajo ha sido siempre «muy llevadero» y nunca ha ido a disgusto, sino todo lo contrario. Un idilio de medio siglo Cuando Goyo estaba en la Escuela de Aprendices, aprendió a manejar diferentes herramientas, pero pronto destacó en el uso de una: el torno. Esta máquina, con la que pueden hacerse o ajustarse tuercas, tornillos, casquillos o pasadores, se le daba bien y, además, le gustaba. Así que, cuando empezó a trabajar, no costó mucho adjudicársela. Poco podía imaginar entonces que esa máquina le acompañaría medio siglo. «Me he jubilado con la misma máquina con la que entré», afirma. Ya hay pocos capaces de manejarla con su habilidad, puesto que a los nuevos aprendices les enseñan sobre todo la producción por mecanizado, y lo manual se considera ya residual. Por eso, muy probablemente, cuando Goyo se marche, su torno se quedará sin operario y, posiblemente, nunca vuelva a tenerlo debido a que es un maquinaria que ya se considera obsoleta.


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