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Cultura El capitán va en vanguardia, dos blindados van en el centro y cerrando la columna, en ese lugar difícil donde avanzas mirando hacia atrás, el blindado del teniente Francisco Jesús Aguilar. Atraviesan el bulevar y alcanzan en Mostar este, el hospital croata, donde recogen los medicamentos. El director del hospital sigue insistiendo en que quiere que la prensa internacional capte el momento. Los legionarios saben que la memoria está en las calles, que hay demasiado polvo disperso por las explosiones en el aire, y que tienen que tomar el irremediable camino que los lleve a atravesar el puente Tito. Se ha informado a la zona operativa del ejército bosniocroata de que van a cruzarlo, pero están viviendo ese momento en el que no se respetan ni tregua ni hospitales, y llevan la certeza de que la columna recibirá fuego desde los edificios que los rodean y que estrechan las calles con el sinuoso sonido de los disparos y las explosiones. El teniente Aguilar permanece en su escotilla, que le cubre la espalda. La columna está a unos metros de tocar el puente Tito y bajo él se intuye el Neretva en sus perfiles; pero sometida la piedra a tanto castigo, el humo y el polvo satura el aire; y los blancos blindados, bajo bandera de las Naciones Unidas, se abren paso hacia el barrio musulmán mientras interponen su camino entre el fuego cruzado que musulmanes y bosniocrotas desatan desde la calle Santice y desde la plaza que los españoles llaman de España. «Saben que vamos, saben que somos fuerzas de interposición de la ONU, saben que llevamos medicamentos al hospital musulmán; y siguen disparando». Es un camino que ya han hecho antes pero que nunca es el mismo. Los blinda- 65


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