ESPECIAL MUJER ros y jurar de nuevo Bandera, fue inevitable 14 que rodase alguna lágrima por todo lo vivido en aquellos primeros momentos; es muy difícil describir con palabras lo orgullosa y feliz que me sentía de haber ingresado en el Ejército para el desempeño de una profesión por la que sentimos verdadera vocación; es algo que nos llena, que da a cada célula de nuestro cuerpo una sensación insuperable; es una actividad que mientras la realizamos nos hace sentir que no necesitamos nada más… Respecto a la discriminación, institucionalmente se ha hecho un gran esfuerzo legislativo, no hay brecha salarial y, en mi opinión, es la Institución mas igualitaria. Al hablar de las diferencias hace 30 años hay que “mirarlas” con respecto a contexto y la forma en la que se había educado y socializado a los hombres de entonces. Me explico: una sociedad realiza una adscripción, cultural y social, de aptitudes, roles y actitudes diferenciadas para mujeres y hombres en función de su sexo. Estábamos en una cultura que, tradicionalmente, había atribuido a mujeres y hombres papeles distintos, en función de su sexo. Lo “femenino” y lo “masculino” no son hechos naturales o biológicos, sino construcciones culturales. Hablamos de funciones, de tareas a realizar, de responsabilidades que asumir…; todo ello llega incluso a determinar que mujeres y hombres no tengan las mismas oportunidades a la hora de ejercer los derechos que les corresponden en su trabajo y en su vida privada. Existían, por tanto, un conjunto de comportamientos y actitudes que se consideraban típicamente femeninos o masculinos y, por tanto, se atribuían a niñas o niños. Por ello a los hombres se les asignaron roles relacionados con el ámbito público: el empleo remunerado y la participación en los órganos de toma de decisiones que afectan al conjunto de la sociedad. Dentro de aquella sociedad, no estaba la tarea de ser militar para las mujeres. Como principales hitos realizados por las primeras mujeres que ingresamos, el principal fue, a mi parecer, la importante misión de contribuir al cambio de mentalidad de los hombres que se encontraban en nuestro entorno. Ellos también hicieron un gran esfuerzo, puesto que tanto en la educación como en la socialización recibida no se encontraba una mujer pilotando un caza o mandando una sección de esquiadores-escaladores por la montaña; tanto a las mujeres que habían ingresado en los Cuerpos Comunes como aquellas que lo hicimos en el Cuerpo General de las Armas, nos tocó “demostrar” que valíamos para esta profesión. A diferencia de nuestras compañeras médicos, juristas… que poseían modelos profesionales en el ámbito civil, en nuestro caso la Institución había dado un paso más a esa plena integración, siendo la primera vez que se preparaba y adiestraba a mujeres para el ejercicio de la acción de mando, con la consiguiente responsabilidad en la preparación y empleo de la Fuerza; hay que tener en cuenta que, en ese momento, íbamos a mandar unidades de tropa masculina y
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