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Tierra_digital_especial_30_años_de_la_mujer

ESPECIAL MUJER La misión que más me ha marcado ha sido Afganistán, porque aunque el ambiente era más bélico, es donde más podíamos ayudar. Realizábamos asistencia médica a mujeres y niños, prioritariamente, pues a las mujeres no se les permite tener asistencia 24 si los médicos son hombres… Los miembros de la unidad operativa salían a los pueblos y ofrecían ayuda (comida y otros), así nos acercábamos a las mujeres y les dábamos ayuda (de todas las etnias y edades). El enriquecimiento personal de esos momentos es increíble. Estuve en el hospital de Qala-i-Naw y ayudé a los afectados por una mina (había muertos y heridos de Policía de Frontera). El jefe nos dijo que primero evacuáramos a los muertos y después a los heridos. No nos dejó atenderlos y siguieron camino hacía Herat con los heridos. Para nosotros fue horrible no poder atender a los heridos, pero eso me proporcionó una nueva visión de la misión: estamos allí para ayudar en lo que podamos, pero sin dejar de respetar y valorar sus costumbres, sus tradiciones, sus ideologías… Otras veces he visto como me llevaban un niño quemado y tras atenderlo ese primer día no volvían… Ellos asimilan que algunos de sus hijos van a morir pronto, porque no tienen para darle de comer, y por eso no les ponen nombre antes de los 4 años. Me enseñaron a respetar mucho sus ideas. No estamos allí para cambiarlos, solo para ayudarlos… En el hospital de Herat tuve una experiencia muy bonita que salió bien: conseguimos sacar a un niño afgano de unos 8 años. Bebió lejía de bebé y tenía el esófago quemado. Se había mantenido tomando solo leche, con lo que se le retrasó el crecimiento. Sus padres habían vendido la casa para llevarlo a Pakistán y que le hicieran unas dilataciones en el tubo, pero ya no se podían hacer más. Ya no podía ni beber agua. Contacté con una ONG que trabajaba con el Hospital “San Juan de Dios” en Barcelona. Cubrían el tratamiento quirúrgico a niños del Tercer Mundo. Le enviamos las pruebas diagnósticas y lo aceptaron. Lo trajimos en el avión cuando volvimos de misión, estuvo un mes hospitalizado en el “Gómez Ulla” y después la ONG se hizo cargo de él, lo operó y le reconstruyeron el esófago (yo fui a verlo a Barcelona por mi cuenta, pues solo vino un hermano mayor; la madre tuvo miedo de dejar aquello y no se trasladó aquí). Se fue de aquí comiéndose una manzana y a los meses me mandaron una foto del niño bastante crecido y eso fue una de los momentos más gratificantes de mi vida. Lo que más ha cambiado en estos 30 años, con respecto a la mujer en el Ejército, es la conciliación familiar. Entonces no había reducción de jornada, flexibilidad, ni ningún tipo de ayuda, así que cuando se acababa el permiso de maternidad tenías que incorporarte a pleno rendimiento a la unidad, si, como en mi caso, no tienes familia cercana, salvo mi marido (al que destinaron a Madrid), es complicado. Pasé de estar con mi bebé a irme de maniobras una semana y, para mí (que mi faceta como madre es una de las cosas más importantes de mi


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