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ESPECIAL MUJER CABO PORRAS: «REPETIRÍA SIN DUDARLO» (VALOR RECONOCIDO) Cuando ingresó en el Ejército, la cabo Porras no sabía lo que encontraría «para mí fue toda una aventura y, desde luego, todo un reto. Marché de casa con 19 años, con ganas de conocer por fin ese mundo que siempre me había llamado tanto, desde bien pequeña. ¡Quién me iba a decir que terminaría siendo mi forma de vida!», exclama. Estando en el Regimiento de Infantería “Tenerife” nº 49 desplegó en Afganistán entre noviembre de 2007 y marzo de 2008 (ASPFOR XVIII). «Nos encontrábamos en Golestán y las misiones del día se desarrollaban sin novedad. Alrededor de las ocho de la tarde, del día 27 de noviembre, comenzó a recibir fuego con PRG-7 la comisaría. Nuestro BMR Dragón (Mando y PLM de la Cía) estaba a escasos 2 kilómetros, desde las montañas que cerraban al este sobre el pueblo. A continuación, se empezó a oír fuego de fusilería de atacantes y defensores, y cayó la primera granada de mortero. Se apreciaba que las fuerzas talibanes estaban al oeste de la comisaría, pero no el punto exacto. El capitán García del Castillo dio la orden por radio... “familia, llevamos mucho tiempo preparándonos para esto, en cinco minutos iniciamos movimiento. Punto de reunión en el collado que da accesos al camino hacia la comisaría. Vanguardia Godo, retaguardia Brutus. Sin luces”. Llegamos a la zona de comisaría. Desplegamos en línea y abrimos fuego de ametralladora pesada (estuve peleándome con los mecanismos, debido a interrupciones continuas que sufría, algo que ocurría con frecuencia debido al terreno en el que nos movíamos). Parecía que habían pasado, como mucho, cinco minutos, pero ya llevábamos una hora... Desde la comisaría dejaron de responder al fuego. Llegó un momento en el que solo disparábamos nosotros en dirección a las cuevas. El capitán, junto al cabo Dorta, bajaron del BMR para ver si quedaba alguien vivo en la comisaría. Nos dio la orden de que si se producían de nuevo disparos arrasáramos con todo (ya que lo más probable era que nos mataran). Los policías estaban vivos». Volvieron a abrir fuego contra ellos desde las cuevas. Respondieron con todo lo que tenían, de hecho tuvieron que remunicionar con lo de otras unidades y seguir, «no habíamos municionado tantos cargadores en nuestra vida», explica. A las doce de la noche dejaron de dispararles y sospecharon que se habían replegado. «El capitán nos dio la orden de que si se producían de nuevo disparos arrasáramos con todo (ya que lo más probable era que nos mataran)» 31


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