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Tropas_Montaña_002

T R O P A S D E M O N T A Ñ A Historia / 47 enfermeras, ciudadanos con sus ve-hículos, camiones y helicópteros. Nos atendieron in situ y se procedió a la evacuación. Los últimos evacuados fui-mos el capitán, dos tenientes y quince soldados que llegamos a Larrau sobre las 19:00 h. Una vez en la localidad recibimos atenciones, con gran cariño y total ge-nerosidad, en casas particulares y esta-blecimientos hoteleros, donde el afeto, el calor y los alimentos recibidos nos revivieron, después de las penalidades sufridas. Allí se conoció la noticia de la muerte, por congelación y extrema fa-tiga, de cuatro compañeros, los cuales perdieron la vida por su inmensa en-trega, al tratar de ayudar a otros, o por debilidad total ante el colosal esfuerzo realizado. Cuatro soldados fueron eva-cuados al Hospital Militar de Pau (Fran-cia), con principios de congelación. Aquella noche, a las 01:30 horas del día 25, en camiones del Ejército francés, fuimos evacuados hacia Irún, entrando en España sobre las 03:30 horas. Re-cordamos el enorme frío que volvimos a sentir durante el trayecto, al viajar en la caja de los vehículos, cubiertos éstos con una simple lona, protegidos por mantas proporcionadas por nuestros camaradas franceses; la temperatura era bajísima y nuestros cuerpos adole-cían de un enorme cansancio y debili-dad. Después de pernoctar en el acuartela-miento de Ventas de Irún, y evacuados ocho soldados al Hospital Militar de San Sebastián, regresamos a Pamplona por carretera. Luis Palacios Zuasti GD (R) REFLEXIÓN FINAL Es indudable que este episodio marcó profundamente a cuantos lo protagonizamos. Nos hizo sentir, al máximo, la dureza de la montaña, la fuerza de la naturaleza y des-cubrir que su violencia puede alcanzar niveles increíbles, llegando a anular al hombre. Personalmente para mí, fue una vivencia tremendamente dura y triste, pero, por otra parte, en mi larga vida profesional en Tropas de Montaña, supuso siempre una experiencia permanente y valiosísi-ma. Asimismo, durante los acontecimientos narrados, se evi-denció la trascendencia de la disciplina y la subordinación en cualquier organización militar, como valores funda-mentales siempre, e imprescindibles en situaciones lími-te. Las virtudes del compañerismo y la abnegación, hasta el extremo, destacaron en aquellos terribles momentos, donde muchos, entre los que sobresalen los que cayeron, lo dieron todo en entrega espléndida a sus compañeros. Por eso, al recordar a nuestros camaradas muertos en aquella jornada del 24 de octubre de 1964, y elevar una oración por sus almas, creo que, como fi nal de esta narra-ción, debo reseñar sus nombres, que fi guran, para siem-pre, entre los héroes de las Tropas de Montaña de España. alcanzaron los -25º C y los 100 km/h), con una fortísima ventisca. Ello supuso la neutralización de nuestra capacidad de movimiento dada la altu-ra de la nieve acumulada, el cegamien-to y la difi cultad para la respiración por la ventisca y, en consecuencia, surgió la necesidad imperiosa de búsqueda de refugio y urgente ayuda. Ante la imposi-bilidad de avanzar, y la aparición de sín-tomas de desfallecimiento, se dispuso el retorno hacia los ya citados refugios de cazadores y unos automóviles esta-cionados junto a la carretera. Este movimiento resultó difícil y peno-so. El cansancio era inmenso. Algunos hombres presentaban signos de ago-tamiento, por lo que fueron ayudados por compañeros, tratando de alcanzar juntos los refugios buscando la super-vivencia. Hubo que forzar sus puertas, algunas con disparos de fusil, ante la apremiante necesidad de protección. Varios soldados buscaron cobijo en los automóviles de los cazadores, a la es-pera de socorro y ayuda. Un ofi cial y un subofi cial, marcharon en denodado esfuerzo hacia Larrau, solicitando ayuda. La reacción france-sa fue inmediata, organizándose una operación de socorro inmediata y efi - caz; acudieron gendarmes, médicos,


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