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LA BANDERA NACIONAL: SITUACIÓN, PROPÓSITO Y VALORES... 59 Eran, no obstante esas variedades, el encarnado y el amarillo … y de este aserto se aglomeran las pruebas. Colgaduras, pabellones, fajas, uniformes y cuanto se quiere, en fin, simbolizar con los colores nacionales, tiene los dos adoptados. En las casas de los cónsules y enviados de nuestra nación a los países extranjeros ondea el pabellón bicolor. En Washington, al celebrar la fiesta de la independencia de los Estados Unidos de América se coloca la bandera española en el Capitolio como una de las que contribuyeron a la obra de su libertad y siempre ha sido la de guerra o pabellón marino, porque no conocen otra nacional. No obstante, conservábamos en los ejércitos la blanca con el aspa de Borgoña, símbolo extraño, pasado e insignificante ya, después de nuestras regeneraciones políticas”. “El decreto del Gobierno provisional, fecha 13 del corriente, afirma, proclama y generaliza los colores nacionales y destruye la anomalía que quedó …. Al adoptar para las banderas de nuestros batallones y para nuestra escarapela los dos colores que simbolizan nuestro pendón, parece que con ellos se quiere crear una nueva era militar, era de regeneración, de unión, de olvido de todo lo pasado, y principio de un sistema de disciplina y orden”. “Sí, desechemos la escarapela roja bajo cuyo signo de sangre servimos a los reyes absolutos, a los pretendientes usurpadores, a los partidos especiales, y, bajo la nueva divisa roja, amarilla y roja, unámonos para defender contra los anarquistas y contra los tiranos el sagrado código de nuestras instituciones, el trono de nuestra amada Isabel, la independencia de nuestra nación y para sostener la paz y la unión de todos los españoles”. Este mismo medio publicaba el 18 de octubre de 1843, en su página 4, Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2018, pp. 59-72. ISSN: 0482-5748 lo siguiente: “Los partidos políticos se unieron bajo la bandera nacional, y, rodeando todos el trono constitucional de Isabel II, se cantó el triunfo de los principios liberales y quedó solo al Ejército el encargo de custodiarlos contra tiranos que pretendieran retroceder a los tiempos del absolutismo o bien a una despótica dictadura; y también contra anarquistas trastornadores, que, incitando al desorden para aprovechar sus consecuencias y derrocando esa Constitución y ese trono, dominasen a la mayoría de sus conciudadanos …”.


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