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CONOCER A... Habló con aquel chico —que actualmente es su entrenador, Jesús Oblanca— y, a los pocos días, empezó a practicar este deporte ancestral, que ha formado parte esencial de su vida desde entonces y al que le dedica la mayor parte de su tiempo 54 libre; solo un parón: el que le ha exigido durante los últimos dos años una enfermedad seria con la que, a día de hoy, mantiene firmada una tregua que, confía, sea definitiva. Sin embargo, ni siquiera durante ese tiempo se pudo desvincular, y se dedicó a entrenar a niños. «Es lo que sucede cuando llevas algo en las venas», explica. Y es que, tanto el padre como el bisabuelo de Miriam practicaron esta forma de lucha autóctona de la provincia de León, aunque no habían hablado de ello antes de que ella se aficionara. Tanto le gustaba que, el hecho de tener que enfrentarse a chicos en las categorías inferiores (porque casi no había chicas y las ligas eran mixtas), no le echó nunca para atrás. «De hecho, les ganaba, aunque a alguno de los padres le sentara bastante mal» y tuviese que oír más de un comentario desafortunado. Quizá por lo que ella vivió entonces es por lo que se esforzó tanto para fomentar que niñas y jóvenes se aficionaran a este deporte y se lograra organizar una liga femenina, algo que se consiguió en el año 2007. Para entonces, las vitrinas de triunfos de Miriam estaban ya llenas de premios: varios campeonatos de Europa de luchas celtas (que es donde se enmarca la lucha leonesa en las competiciones nacionales e internacionales), y ligas por equipos e individuales. La suma ha seguido y el último triunfo alcanzado es el que acaba de conseguir en Guengamp (Francia), al proclamarse campeona internacional de lucha Back-Hold (la modalidad escocesa de luchas celtas que es, junto a la francesa, las dos que se disputan en este tipo de competiciones). Para preparar este último torneo se pidió el mes de enero de vacaciones, para poder entrenar, y en su unidad, el Grupo de Artillería de Campaña II/11, no le pusieron ninguna pega. Admiran el coraje y la entrega de la cabo que es, además de una gran deportista, una excelente militar. Y una luchadora, dentro y fuera del círculo de 12 metros en el que se desarrollan los combates. Nadie mejor que ella para encargarse de la instrucción cuerpo a cuerpo e instrucción no letal en su unidad, donde los compañeros la respetan como a la campeona que es. «Aquí nadie se ofende de que una mujer sepa más mañas (como se denominan las técnicas que se emplean para tirar al rival) que ellos y les eche al suelo», afirma la militar. Otro motivo por el que sabe que no se equivocó en la otra gran elección de su vida: entrar en el Ejército de Tierra. Al igual que con la lucha, fue algo parecido a un flechazo. Un día vio llegar a su hermano, que estaba haciendo la mili,


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