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Memorial_infanteria_79

MISCELÁNEA 99 metralla en todo su cuerpo (que formarían parte del mismo hasta su fallecimiento), ceguera (que fue temporal al haberse repuesto de ella, como de otras muchas heridas, en la Clínica Católica de la Universidad de Heidelberg) y sobre todo, lo que para él fue el peor diagnóstico: su carrera militar, por la que tanto y tan brillantemente luchó, rota para siempre con 22 años. Instrucción en el campo Toledo y Heidelberg, testigos de su grandeza y de su sufrimiento, de sus sueños y su amargura, de sus retos y su desconsuelo, de su honor y de su llanto “Salid sin duelo, lágrimas, corriendo”, decía el divino Garcilaso. Toledo y Heidelberg, las ciudades, siempre decía, más bonitas del mundo. La historia de ese acto militar heroico que resumen las palabras que pronunció el coronel Otaolaurruchi, Director de la Academia de infantería en su loa “El espíritu y la moral” en 1955 que decía, entre otras cosas: “No hay laureadas para la técnica, ella va siempre a posarse en el pecho frágil del hombre. Y esto sucedió ayer, sucede hoy y sucederá mañana” “Satisfecha se siente nuestra Academia, dentro de un gran dolor, por la conducta de nuestro compañero el Alférez Cadete don Jorge García de Herrera, en el grave accidente por él sufrido recientemente en nuestro campo de maniobras” “La gravedad de sus heridas, la pérdida de su mano derecha, el verse sumergido en la obscuridad sin saber, como gracias a Dios ha sucedido, la posibilidad de recobrar su visión y los dolores físicos que ello implicaba, no fueron suficientes para caer en el abatimiento o la desmoralización que lo llevaran a manifestaciones impropias de su hombría y debida virilidad” “Solo pensó en la probable imposibilidad de seguir la honrosa carrera de las armas y solo pidió los auxilios necesarios para preparar su alma, si los designios de Dios eran al paso hacia el más allá”. “En el hospital fue la admiración de todos por su capacidad de sufrimientos y lo elevado de su espíritu que afloraba en suave sonrisa enmarcada por complejos vendajes”. “Al comunicar esto siento el orgullo de infante y quiero que participéis de él, mostrando vuestra admiración ante tan viril compañero” “Con sus gloriosas cicatrices y su muñón erguido como fieles testigos del que, en trance dramático, supo mostrar el espíritu de nuestra gloriosa Infantería” “Caballero Alférez Cadete Don Jorge García de Herrera, yo os saludo con la admiración de todos tus compañeros y sea cual fuere tu destino, aquí, en tu Academia, vivirá eternamente tu diestra mano que dejaste en el campo de instrucción como sangriento juramento del deber cumplido”. Pasado el tiempo él mismo narró, de nuevo en verso, el hecho: “Aquí yace la mano de un Cadete en esta “peñascosa pesadumbre” Y la bilis apuro hasta el gollete por seguir mi tristeza su costumbre Yo quería llegar hasta la cumbre y mi alma se forjó como un ariete en Toledo, de España luz y lumbre más m vida envidé sobre el tapete Porque en medio se interpuso el destino al volar por el aire una granada que muerte a la sección amenazaba Y escrito estaba, asirla fue mi sino y perdí visión, dedos y una mano pero lo hice, y de ello estoy ufano Y brindo por LA FIEL INFANTERÍA pues una y mil veces yo lo haría” En confesiones de madurez dijo que “las cicatrices del cuerpo y el alma le dolieron siempre” pero Dios escribió derecho en esos renglones torcidos e hizo de este hecho y de su ejemplar voluntad de superación, el inicio de otra vida que ha marcado a generaciones de malagueños que, en su fallecimiento, han manifestado multitudinariamente cariño, admiración, respeto y devoción ante su persona. Tras el hecho narrado (en honor del cual se levanta un Monumento en el campo de maniobras de la Academia de Infantería) ingresó en el Cuerpo de Mutilados, en el cual desarrolló su carrera militar hasta alcanzar el grado de coronel de Infantería y, ante esta circunstancia, lejos


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