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El personal sanitario atiende a los escapados en la cubierta del buque de rescate. SASEMAR, y el homólogo francés del Neptuno, el FS Loire, en una muestra de interoperabilidad de diferentes medios de salvamento y rescate. MANIOBRAS DE RESCATE Una vez localizado el submarino, estos equipos pueden realizar diferentes acciones. En primer lugar se procedería al ventilado de la atmosfera interior mediante la conexión de mangueras al submarino, al tiempo que se le suministra material vital por medio de contenedores estancos que se introducen por la esclusa de salvamento. En el caso de que las condiciones de a bordo obliguen a abandonar el sumergible, se utilizaría esa misma esclusa para el escape. La atención a los escapados se realiza en la fase de tratamiento de bajas masivas por parte de personal sanitario, y la recuperación final de la unidad se llevaría a cabo con el reflotamiento, al desalojar el agua de los lastres por medio de aire a presión provisto por mangueras. Cuando se determina que puede haber un submarino siniestrado, el procedimiento se convierte en una carrera contra reloj. «En la fase inicial de búsqueda es vital que seamos capaces de dar con el submarino en un área de incertidumbre que suele ser bastante grande», explica el capitán de corbeta José Ángel Tortosa, comandante del Neptuno. En su opinión, el momento más crítico es la conexión de mangueras de ventilación: «Implica bajar a los buzos a la cota a la que está posado el submarino para realizar un trabajo pesado que incluye apertura de válvulas y encastre de mangueras. Cuanto más profundo, menos tiempo de fondo tienen los buzos y mayor será el tiempo que deberán pasar en la cámara de descompresión. Para esta conexión hacemos uso tanto de los propios buzos como de nuestro ROV de trabajo, el Scorpio 03». Este vehículo submarino no tripulado está dotado de cámaras de video y sonar, además de brazo articulado y otros accesorios y permite intervenciones de hasta los 600 metros de profundidad. El Neptuno dispone de un segundo vehículo, denominado Navajo. Es un ROV ligero y portable con una capacidad de intervención de hasta 300 metros. Además, los buzos pueden realizar la inmersión mediante una guindola sumergible hasta los 90 metros. Para ello se dispone de un equipo de buceo portable, con suministro de superficie de gases respirables, que incluye una cámara hiperbárica para la descompresión. «Estamos a la espera de recibir un nuevo ROV de trabajo el año que viene, que ampliará la profundidad máxima de operación a más de 1.000 metros, además de mejorar la búsqueda y localización y la capacidad de trabajo con brazos más precisos y maniobrables», apunta el comandante del buque. Otros materiales específicos para el salvamento de submarinos son las mangueras de ventilación. Los buzos se encargan de conectarlas al submarino siniestrado con el objetivo de proporcionar aire fresco y extraer el aire viciado. También se dispone de mangueras de reflotamiento, con capacidad de inyectar aire de alta presión para proporcionar flotabilidad positiva al submarino, y contenedores estancos de forma cilíndrica, comúnmente llamados PODS, que sirven para suministrar material que puede requerir el submarino accidentado, como absorbentes de CO2, trajes para escapar, generadores de O2, o simplemente medicamentos. El Neptuno recibirá un nuevo ROV que ampliará su capacidad de intervención hasta los 1.000 metros 28 Revista Española de Defensa Junio 2019


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