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Carta desde Afganístan Teniente Coronel Pedro Sánchez Herráez Analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos Armas y Cuerpos Nº 129 47 Querido Cadete: He recibido con gran alegría tu carta, esas líneas en las que plasmas tus deseos, ilusiones e inquietudes, esas letras que rezuman de juventud, de entusiasmo y de afán de servicio. Mientras la leía, me recordabas a mí mismo hace ya unos años –no sé si son muchos o pocos, pero lo que te aseguro es que han pasado muy rápidos- rememoraba las mismas sensaciones y, sobre todo, recordaba también el fi rme propósito de hacer bien mi trabajo, de cumplir con mi vocación, con mi sueño… ser promovido como Teniente y marchar destinado a mandar una unidad militar. Pronto, si sigues forjando tu cuerpo y tu alma en la Academia General Militar, conseguirás ese anhelo; pero te he decir que tu camino por la senda del deber no acaba ahí, sino que adquiere otra dimensión mayor, pues el papel del Ofi cial es clave, siempre lo ha sido y siempre lo será; tu obligación es no sólo ser el auténtico líder de tu unidad, de los hombres y mujeres, mandos y tropa, que la forman; tu obligación es, al frente de ellos y con ellos, cumplir la misión. Y eso requiere mucha entrega, mucha dedicación y mucho saber. Es necesario, para empezar, que cualquier cuestión que tengas que resolver, sea de la índole que sea, hayas de mirarla desde todas las perspectivas, desde todos los puntos de vista y desde diferentes distancias; si no la comprendes bien, realmente bien, cualquier decisión que adoptes será incompleta, no estará ajustada a la realidad y, simplemente, no será válida. Por ello, y dado que me preguntas sobre Afganistán, te puedo decir que has de considerar siempre el entorno de operaciones desde todas las ópticas; un Ofi cial siempre lo hace –o debe hacerlo-, pues cuando olvida esa premisa olvida realmente casi su propia razón de ser: su capacidad de ver más, ver antes y ver más allá. Afganistán es un bastión, es un enclave rocoso, duro y áspero, al cual es muy difícil llegar –su carencia de costa marina le aleja de la gran vía de comunicación global- y por el cual es muy difícil moverse; sus altas montañas -el macizo del Hindu Kush, la segunda cordillera más alta del mundo-, conforman la mayor parte del país, especialmente la zona central. Un país, casi un treinta por ciento más grande que nuestra querida España, pleno de zonas inaccesibles, de profundos barrancos y laderas cortadas casi a pico, de escasas vías y pasos -que adquieren un papel esencial en garantizar la libertad de movimiento y, por consiguiente, motivo


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