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ENTREVISTA cao en Marruecos y, a pesar de que lo pasaron 46 bastante mal —tuvieron que beberse la tinta, los orines de los pocos caballos que tenían… y varios de sus compañeros murieron—, siempre terminaban las narraciones diciendo: «Pero los de Baler…». ¿Cuánto tiempo lleva con este tema? Empecé a investigar hace más de 25 años. El primer coche que tuve, un Seat 127 que me dejó mi padre cuando me saqué el carnet de conducir, lo usé para visitar Miajadas (Cáceres). Pregunté a gente del pueblo y no conocían a Saturnino Martín Cerezo. «¿Cuál es el mote?», me decían. Alguien me contó que había una calle con ese nombre —donde estaba su casa natal— y, efectivamente, así era desde 1900. Había una placa y nadie sabía nada más. Casi tres décadas después, en Miajadas hay una Sociedad Histórica que se ocupa de recrear y estudiar lo que ocurrió; he dado conferencias, tanto allí como por toda España, explicando los datos que hemos ido averiguando; se va a inaugurar un monumento en su honor en su pueblo y otro en Madrid en recuerdo de todos los sitiados… Algo hemos hecho para que sean más conocidos todos los componentes de la guarnición y lo que hicieron. La historia del sitio estaba olvidada... Este tema siempre ha sido como el Guadiana, apareciendo y desapareciendo. Al volver de Filipinas, el tema estuvo de moda; luego se apagó y otra vez resurgió cuando les dieron su pensión y las condecoraciones; de nuevo volvió a la actualidad cuando Martín Cerezo escribió su libro... Después llegó la película de 1945, que incluso les cambió el nombre, porque hasta ese momento no se les había conocido como los Últimos de Filipinas. También aparecieron cosas puntuales, como los distintos fallecimientos de los componentes del contingente... ¿Y el libro ha sido una manera de devolver el tema a la actualidad y romper algunos mitos? No se había investigado en las fuentes primarias de Baler: no se había hablado con los familiares para que ellos nos facilitaran documentación… Se había continuado con la idea original de que no había fuentes oficiales. Miguel Leiva y yo hemos conseguido para el libro cinco fuentes oficiales. Los familiares, algunos de ellos especialmente, son ya amigos. En Tauste (Zaragoza) doy una conferencia dentro de poco sobre uno de los caídos en Baler, cuando hace unos años no sabían ni que uno de sus paisanos había estado en Filipinas. Donde me llaman, si puedo, voy (Ateneo, Instituto de Historia y Cultura Militar, pueblos...). En estas últimas charlas aprendo hasta yo, porque la gente me aporta cosas. La idea es transmitir por qué estaban allí (aquello era una provincia española y había que defenderla como una más) y qué es lo que hicieron. Para mí, es una alegría ver que hemos conseguido ponerlos un poco en el lugar que les correspondía, darles dignidad y borrar esa historia lastimera que se tenía de ellos. No se les podía ayudar. De hecho, no se sabía ni que estaban


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