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ENTREVISTA que hablan de esta buena organización, como que después de 337 días tienen que destruir casi 5.000 cartuchos para que no caigan en manos del enemigo, habiéndose 48 privado únicamente de utilizar munición los primeros días. Además, ese almacén donde habían guardado los víveres pasa a ser una fortaleza casi inexpugnable, porque retiran las losas del suelo de la iglesia, fortifican, hacen sacos terreros con la arena que sacan, parapetan todas las posiciones, terraplenan la puerta de tal manera que no fuera posible abrirla y dejan únicamente dos entradas al templo en forma de gatera. De modo que, si un enemigo conseguía romper la línea defensiva que propiciaban las dos trincheras exteriores y lograba llegar a la posición de entrada, le matarían las bayonetas españolas y eso impediría la entrada de otros. Es decir, era prácticamente imposible entrar por las puertas de la iglesia de Baler. El enemigo lo sabía y, en todo el sitio, intentó quemar la posición española, pero no la tomó cuerpo a cuerpo porque sabía que era prácticamente inexpugnable. El hecho de que en todo el sitio hubiera solo dos bajas por fuego enemigo nos da una idea de lo preparados que estaban y de lo buenos soldados que eran. Pero también tuvieron que luchar contra la enfermedad... La iglesia era un espacio relativamente reducido, oscuro (tuvieron que cerrar todos los huecos, salvo alguno para disparar), hacía mucho calor (por la falta de ventilación), había pocas posibilidades de descansar (al estar asediados constantemente por tropas que sí tenían relevo) y veían a sus compañeros caer por el beriberi. Esta es una enfermedad de la que, en aquellos tiempos, no se conocía la causa. Por suerte, en el destacamento de Baler había un médico, Rogelio Vigil de Quiñones, con conocimientos de botánica, que llega a la conclusión de que el beriberi lo provoca la falta de algún tipo de vitamina (efectivamente, esta enfermedad se debe a la falta de vitamina B1). Por otra parte, el enemigo, cuando vio que no era factible desbaratar las defensas españolas, empezó a disparar al tejado, que enseguida se rompió, dejando caer las constantes lluvias. Ese hospitaliglesia acaba siendo un cementerio y los españoles tienen que dormir —porque no hay más espacio— al lado de las tumbas de sus compañeros. Es muy duro, pero


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