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Escudo de los Reyes Católicos en la versión de Isabel tras la reconquista de Granada. Real monasterio de Santo Tomás, Ávila. modo parecido, los reyes componían sus escudos queriendo decir: “Soy el rey de León”, “Soy el rey de Castilla”, lo que acabó relacionando título con territorio. Así, el escudo servía para representar el linaje y los títulos de soberanía real o nobiliaria. La ya muy antigua Heráldica recibió en 1725 el acertado título de “Ciencia Heroyca” –como así sigue conociéndose- cuando Joseph de Avilés, entonces teniente coronel de Dragones, así la calificó en el título de su libro sobre esta materia. Además de como “ciencia”, la Heráldica se desarrolló también como “arte” al establecerse unos cánones de belleza obtenidos de la experiencia de siglos y mediante la codificación de aspectos como el dibujo figurativo, la geometría, la composición y los preceptos cromáticos. Todo ello tenía la finalidad de que los escudos fueran atractivos, expresivos, fáciles de recordar y pudieran ser identificados en la distancia; toda una lección para los modernos diseñadores de logotipos. Lo sustancial y lo accesorio en un escudo Llamaremos “conjunto heráldico” a la composición que integra el “escudo” propiamente dicho –el arma defensiva decorada- y otros símbolos o adornos que pueden acompañarlo siempre por fuera y a su alrededor, que se denominan “ornamentos exteriores”: coronas, yelmos, cimeras, lambrequines, lemas, tenantes, collares, banderas, etc. Lo esencial, lo importante, es lo que se representa dentro del “escudo”; mientras que los “ornamentos exteriores” son complementos que sirven para personalizar, enriquecer o matizar el mensaje que da el escudo y que, además, pueden variar para un mismo individuo a lo largo del tiempo. Así, por ejemplo, el escudo utilizado por la reina Isabel la Católica está sujeto desde detrás por las garras del águila de San Juan, de quien era muy devota, rapaz que no aparece sujetando el escudo del rey Fernando. Ambos reyes acordaron utilizar el mismo “escudo”, en el que la preponderancia la tenía Castilla sobre Aragón, pero, en la práctica, resultaron dos versiones a causa de los “ornamentos exteriores” de cada uno. Bien conocidos son los símbolos recíprocos; uno es el de Fernando: el yugo con las cuerdas del “nudo gordiano” cortadas y acompañado por el lema “Tanto monta” en evocación de las ambiciones y los métodos expeditivos de su modelo Alejandro Magno. El otro símbolo es el manojo de once flechas1 atadas por el centro, cuyo significado es múltiple: desde que la unión hace la fuerza (es fácil romper una flecha pero imposible hacerlo con un manojo), hasta que simboliza el castigo de los malvados. Otro detalle del gusto caballeresco es el intercambio de las iniciales: la Y del yugo de Fernando alude Las Columnas de Hércules con el lema ‘Plvs Ovltre’, símbolos del emperador Carlos. Ayuntamiento de Sevilla. Foto Ignacio Gavira. Diciembre - 2019 Armas y Cuerpos Nº 142 55


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