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INTERNACIONAL USO SÍ, CONSUMO NO Para acumular el agua cuando llega, la base cuenta con depósitos flexibles. Este hecho, unido a las altas temperaturas que durante el verano se registran en la zona, son caldo de cultivo para la proliferación de bacterias. Por eso, para mantenerla en niveles aptos para uso humano, por ejemplo, para higiene personal, hay que añadirle mucho cloro. Es una medida antiséptica que tiene como consecuencia que no sea recomendable para ser ingerida. De ahí que el agua que beben sea embotellada. Aun así, la media diaria de gasto de agua tratada es de unos 100 m3 al día, una cifra nada desdeñable. Todos estos litros tienen que pasar por varios procesos hasta el usuario final. Primeramente, el agua es trasvasada de los camiones cisterna a unos grandes tanques donde se almacena. Ahí es aspirada por unas bombas hasta que queda depositada en un decantador lamelar que la trata mediante floculantes y cloro de choque. Con esto se consigue aglutinar las sustancias nocivas y desinfectar el agua de posibles elementos patógenos. Después pasa por dos filtros para eliminar los sólidos residuales, olores y sabores, así como los restos de cloro de choque no consumido en la oxidación de la materia orgánica del proceso anterior. Finalmente, se le agrega un tratamiento en forma de cloro residual y ácido, para regular el PH y, antes de su salida de la planta, el agua recibe unos pulsos de luz ultravioleta para eliminar los posibles microorganismos que pudiesen haber sobrevivido al proceso. Todo un proceso que hace pensárselo dos veces antes de dejarla correr. ¢ 47


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