Escultura azteca. Hombre con cacao
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ceremonial, rodeado por un muro decorado
con esculturas de serpientes
y abierto con cuatro puertas orientadas
a los cuatro rumbos del universo,
de donde partían las calzadas.
En este lugar sagrado se levantaron
templos piramidales, adoratorios,
escuelas, palacios y edificios administrativos.
La ciudad quedaba dividida en cuatro
sectores con sus barrios. Los que
estaban más cerca del centro ceremonial
eran los mejores. En ellos
vivían los nobles, quienes podían
tener casas de dos pisos, con hermosas
terrazas ajardinadas. El resto
de los barrios eran más humildes,
con casas de una planta, pero en
ambos no faltaban ni la escuela ni el
templo. Las calles eran bulliciosas,
algunas de tierra y otras de agua.
Eran canales por donde transitaban
las canoas que se usaban para trasladarse
hasta la orilla del lago o a las
chinampas y para transportar todo
tipo de mercancías.
LA SOCIEDAD
La sociedad azteca tenía una jerarquía
piramidal. En el vértice figuraban el
gobernante o tlatoani y los nobles que
estaban exentos de tributar y tenían
muchos privilegios. Los guerreros,
altos sacerdotes y los comerciantes
de larga distancia pertenecían a una
clase social alta. El resto de la población
eran los macehuales, que constituían
la base de la población, con cuyo
trabajo e impuestos se costeaban los
gastos de la ciudad imperial. En el último
escalón de la pirámide estaban
los esclavos.
La moralidad azteca era muy estricta
y, al mismo tiempo que ofrecía privilegios
a las clases altas, también les
exigía ejemplaridad; por ese motivo
las penas eran más altas que para los
comunes respecto al mismo delito.
Las mujeres se encargaban del hogar
y preparaban los alimentos para
la familia, los hombres trabajaban en
el campo o en la ciudad y los niños se
educaban en el hogar hasta que tenían
unos 15 años. En ese momento
tenían la obligación de ir a la escuela
militar, que era obligatoria y estaba financiada
por el Estado.
La poligamia estaba permitida para
la nobleza, siempre y cuando el varón
demostrara que podía mantener
a cada esposa. Además, el abundante
número de hijos que proporcionaba
esta situación era idóneo para potenciar
los matrimonios de Estado y las
alianzas políticas.
LA POLÍTICA
A la llegada de Hernán Cortés el Imperio
azteca estaba formado por
39 provincias, habitadas por unos
cinco o seis millones de personas a lo
largo de 200 000 km². Esta gran extensión
y la pluralidad de sus gentes
casaba mal con el tipo de organización
política que los gobernantes aztecas
habían elegido para desarrollar
su superestructura política, y fue la
causa principal de su derrota final.
El Imperio azteca estaba organizado
de forma hegemónica. Esto quiere decir
que las provincias conquistadas se
incorporaban a través de un sistema
clientelar, en el que contraían obligaciones
tributarias tanto en productos
y servicios y aportaban gran número
de hombres que engrosaban las tropas
imperiales, a modo de unidades
auxiliares.
Las provincias más cercanas a la capital
proporcionaban los productos
de primera necesidad, se encargaban
del mantenimiento de las obras
públicas y actuaban como parapetos
en caso de ataque a Tenochtitlán. De
las provincias más lejanas la ciudad
imperial se surtía de los objetos de
lujo que los nobles deseaban. Además
vigilaban las fronteras distantes
y, en aquellas más conflictivas,
estaban obligados a mantener las