suele producirse de manera rápida, en ocasiones
tras una o dos semanas, pero requiere del
esfuerzo y la voluntad de la persona ya que es
un proceso que no se produce de manera automática.
Para ello es importante que el individuo
realice una planifi cación mental de su día a día
en la que se tengan en cuenta las horas destinadas
al trabajo, la instauración de unos hábitos
de alimentación y sueño estables que permitan
la recuperación tras cada jornada, la práctica
de deporte y actividad física, la selección de las
horas más adecuadas para hablar con la familia
o seres queridos, la dedicación de tiempo a
actividades sociales y, a su vez, reservar también
momentos para actividades en soledad, como
la lectura u otras afi ciones. De esta forma cada
sujeto se adaptará de manera responsable y ordenada
al nuevo entorno, lo que va a contribuir
al buen funcionamiento de la unidad.
A este primer mes le sigue una fase de habituación,
con una duración que se prolongará
desde el segundo mes hasta alrededor del quinto.
En general, durante este tiempo predomina
una sensación de dominio sobre el ambiente y
las condiciones laborales. Además, en este período
tiene lugar una “vuelta a la realidad”, en la
que decae la activación extrema del inicio. Se
produce una especie de anclaje con la realidad
mediante el cual se toma conciencia de manera
clara del discurrir temporal y sus implicaciones, tales
como: la probabilidad de que el nivel de activación
varíe desde situaciones de peligro o estrés
hasta la inactividad o aburrimiento, capacidad
real para cumplir los cometidos, posibilidad de
82 Armas y Cuerpos Nº 144 ISSN 2445-0359