ENTREVISTA
ración, de conocer lo que han vivido nuestros
padres y abuelos, para no cometer
errores y dejar un mundo mejor a nuestros
nietos. Siempre pongo el ejemplo: si
ahora perdieras el recuerdo de tu infancia
y juventud, ¿qué clase de persona serías?
Serías frágil, y eso es lo que les pasa
a los pueblos que no conocen su historia.
¿Cómo vas a tomar decisiones coherentes
como sociedad si no conoces tu pasado?
¿Con qué lección se queda, después de
tantos años de trabajo? Por un lado, con
la conciencia de continuidad, saber que
soy parte de una cadena de vida, el heredero
de una tradición y que, por tanto,
tengo el deber de transmitirla. Y por otro
lado, que la vida siempre se impone, por
muy difíciles que sean las épocas que nos
toquen o los acontecimientos. Al final,
si mantenemos la cabeza en su sitio, se
sale adelante de todo. La Edad Oscura es
la demostración de que algo que parecía
imposible, como la caída del Imperio romano,
cayó, y la gente terminó sobreviviendo,
buscando nuevas fórmulas políticas,
sociales… Al final, la vida y el hombre
se imponen.
Aprender para vivir. Efectivamente. Creo
que esa es la clave: aprender, y para eso
la historia es muy necesaria.
«Esta foto está hecha en un campo de refugiados,
cerca de la localidad bosnia de
Čapljina, adonde habíamos ido en más
de una ocasión. Ese día fuimos escoltando
un convoy y yo tenía la costumbre de
rellenar con caramelos una parte de las
trinchas del fusil porque, cuando me encontraba
con los niños, siempre me los
pedían. La niña de la imagen, Mirnesa, me
había robado el corazón. Se ponía en la
cola para recibir sus dulces y después corría
en busca de sus padres, se cambiaba
de ropa y volvía, con la pretensión de que
no la íbamos a reconocer y se iba a llevar
el doble de ración de caramelos. Un compañero
me sorprendió en ese momento
en el que descubrimos la travesura y nos
estamos riendo. Tengo muchísimo cariño
a esta foto». ¢
Bosnia, 1995
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