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Bajo unas dimensiones ciertamente
relevantes comparadas con las de
los vehículos actuales de dotación,
el Dragón incorpora una capacidad
de fuego (potencia y precisión) solo
superada por el carro de combate;
un sistema de comunicaciones muy
por encima del que existe en la actualidad
en su nivel orgánico; un
sistema de mando y control que va a
permitir a un jefe de compañía integrar
la información de los sistemas
de los que actualmente dispone un
batallón; y todas estas posibilidades
se podrán mantener cuando,
por condicionantes tácticos, la unidad
deba desembarcar y separarse
del vehículo. Estas capacidades y
otras más específicas estarán integradas
en un sistema de misión que
facilitará una gestión homogénea y
flexible de todos los subsistemas y
una óptima conciencia situacional
de tripulación y unidad embarcada.
Se trata de un sistema basado
en una arquitectura de red, modular,
abierta y escalable, apoyada en
un doble anillo de fibra óptica y con
capacidad para albergar máquinas
virtuales que puedan migrar entre
nodos, capaz de funcionar en modo
degradado y asegurando la comunicación
con «cero» pérdida de datos
y «cero» tiempo de recuperación
ante un problema físico.
Es en este punto donde debemos reflexionar
sobre la forma en que será
necesario adaptar las estructuras,
los procesos formativos y de sostenimiento,
así como las tácticas y
procedimientos operativos que van
a permitir conseguir que seamos
capaces de afrontar, con garantía
de éxito, los retos de nuestro futuro
inmediato.
LA SITUACIÓN ACTUAL:
UN VALIOSO LEGADO
El conocimiento adquirido de manera
corporativa por nuestro Ejército
en estos últimos años de despliegues
operativos ha impulsado
una transformación en la formación
y adiestramiento de nuestro personal
y del conjunto de las unidades,
lo que ha permitido su integración
efectiva en las misiones más complejas
y al mismo nivel que los ejércitos
de referencia. Sin embargo,
sin entrar en una valoración técnica
de los materiales modernos de dotación,
las limitaciones estructurales
de dichos medios no permiten el
verdadero salto tecnológico que necesitamos,
sino solo vislumbrarlo.
Los vehículos con los que desplegamos
están adecuadamente protegidos,
pero no cuentan con suficientes
sensores que permitan realizar
un mantenimiento predictivo, tienen
poca capacidad de integración
de equipos modernos y constantemente
se encuentran en el límite de
sus prestaciones. Las capacidades
requeridas se obtienen mediante
agregación de más equipos no integrados
y que condicionan la propia
viabilidad de la plataforma (carga
máxima autorizada, remanente
energético, ergonomía, habitabilidad,
etc.).
El personal, en gran medida no nativo
digital1, ha venido realizando importantes
esfuerzos de adaptación a
este entorno tecnológico claramente
demandante y excluyente, sin estar
convencido de dominarlo, lo que posiblemente
esté limitando el aprovechamiento
de todas las capacidades
que nos están ofreciendo los nuevos
materiales, que de forma generalizada
contienen cada vez más componentes
digitales.
Nuestras estructuras orgánicas, que
tampoco son nativas digitales, han
de llegar al convencimiento de que
para lograr las prestaciones buscadas
es preciso disponer de un número
adecuado de personal técnico
y una capacidad de adecuado sostenimiento
para garantizar los despliegues
operativos de los nuevos
materiales. El personal (conductores,
tiradores, operadores de radio
y jefes de vehículo) precisa un mayor
conocimiento y adiestramiento,
para que mediante simulación y entrenamiento
específico se alcance la
perfección en su manejo. No se trata
simplemente de utilizar el vehículo,
sino de hacerse con él optimizando
todas sus capacidades técnicas
y tecnológicas. De igual manera, los
jefes de unidad no pueden seguir
superponiendo funciones como jefe
de vehículo, navegador, coordinador
de fuegos, operador de sistemas de
información y comunicaciones, gestor
de sistemas de red y tácticos…,
y jefe de pelotón, sección o compañía,
porque difícilmente se podrán
compatibilizar entre sí y con plena
explotación de las capacidades
del sistema de combate.
Dentro de este legado encontramos
también una lenta evolución doctrinal
respecto a la utilización de los
medios blindados de combate, en
donde se puede apreciar la escasa
influencia táctica que tuvo la implantación
del sistema de combate Pizarro,
verdadero precursor del Dragón.
El salto cualitativo que vivimos
al pasar de un transporte de combate
a un vehículo de combate no se
vio adecuadamente reflejado en la
orgánica de esas unidades ni doctrinalmente
modificó de modo significativo
su empleo operativo. Las
dudas respecto a combatir «sobre»
el vehículo o sistema de combate o
«con» el vehículo de combate siguen
vigentes, así como la composición y
entidad de esas pequeñas unidades.
La dificultad que vemos en estos
momentos a la hora de programar
y ejecutar un adecuado mantenimiento
de las capacidades del
El Dragón ha
nacido para dotar
a las unidades
de la Fuerza
del Ejército de
Tierra con un
vehículo blindado
moderno y así
mejorar sus
capacidades
de protección y
movilidad