Volviendo a La Coruña de aquellos días, tras la llegada de los buques al abrigo de la bahía coruñesa, se procedió a
iniciar su reparación, dar descanso a las dotaciones y evacuar a los heridos y enfermos, entre ellos el insigne Recalde, que
fue trasladado al antiguo hospital de Mareantes, donde hoy se encuentra la Parroquia Castrense de San Andrés, falleciendo
días después.
Los meses siguientes transcurrieron con relativa tranquilidad, adoptando la ciudad una serie de medidas conducentes
a mejorar las defensas de la plaza cara a un eventual ataque de represalia, precisamente contra los dos puertos primero
La Coruña y después Lisboa
que vieron zarpar a la Gran Armada.
Paralelamente, los ingleses envalentonados por una victoria que exageraron hasta límites, como siempre, sorprendentes
y con la pretensión de explotar el éxito, organizaron una Armada con el fin de atacar aquellos puertos donde se encontrasen
nuestros buques retornados de la expedición a Inglaterra, castigar a las plazas que alojaron a la Gran Armada y
propiciar un levantamiento en Portugal contra S.M. el Rey D. Felipe II, apoyando las aspiraciones de Antonio de Portugal,
Prior de Crato.
Finalmente aquellas sospechas se hicieron realidad y así, cuando el día 4 de mayo de 1589, se avistaron las velas de la
Escuadra inglesa, La Coruña se aprestó para la defensa. Los buques surtos en la bahía establecieron un arco, apoyando
uno de sus extremos en el castillo de San Antón que, afortunadamente y aun sin concluir sus obras, pudo hacer fuego con
su artillería, contribuyendo notablemente a evitar que los atacantes desembarcasen dentro de la plaza, teniendo que
hacerlo, en número de 10.000 hombres, en las proximidades de Oza.
Previamente, algunos de los cañones de a bordo, especialmente los del galeón “San Bernardo” que se hallaba en carena
en la ciudad, fueron desembarcados para mejor defender las murallas de la ciudad y los infantes de Marina de los Tercios
embarcados pusieron pie a tierra para contribuir a convertirla en inexpugnable, no en vano el ejército inglés jamás pudo
acceder al interior de la parte alta de la ciudad, defendida por no más de 1.500 españoles, perdiendo gran cantidad de
hombres y teniendo que regresar a sus buques para levar anclas, soltar velas y poner rumbo a Lisboa, otro de los episodios
más adversos para Drake y su gente y del que tampoco habla mucho la historia.
Por tanto, en aquellas murallas coruñesas del siglo XVI, con el marqués de Cerralbo —Capitán General de Galicia— al
frente, seguido por la escasa guarnición de la plaza y algunas compañías que pudieron acceder desde las zonas limítrofes;
con los coruñeses, sin distinción de edad, sexo y condición, con María Pita a la cabeza y con otras mujeres casi anónimas,
como Inés de Ben, y con los Infantes de Marina de los Tercios embarcados, sin olvidar los barcos de la Real Armada surtos
en las aguas de la bahía, defendieron con honor y bravura una Coruña que peligraba para la corona española y que pudo
llegar a convertirse en un Gibraltar en
el noroeste español.
BOLETÍN DE LA INFANTERÍA DE MARINA 39
Afortunadamente, no fue así y en
La Coruña, como en el resto de Galicia,
ondea, cada día, la gloriosa enseña
rojo y gualda y, eso, en buena medida,
se le debe al pueblo coruñés, a los
infantes de Marina de las dotaciones
vueltas de la Gran Armada y ¿por qué
dudarlo?, a la intercesión de la Santísima
Virgen del Rosario, por ello, cada
año, llegado el mes de agosto, la
ciudad se postraba —ahora lo hace en
mayo— de nuevo ante la imagen de la
Virgen para renovar su Voto.
Historiando un poco este Voto
que se renueva anualmente, fue el 8
de mayo de aquel año de 1589, cuando
un grupo de coruñeses, viendo
que la suerte estaba echada, volvieron
sus ojos a la Galeona, Nuestra
Señora del Rosario, aquella bajo cuya
advocación y protección se había
puesto, en 1571, la Escuadra que, al
mando de D. Juan de Austria, batió a
LA FUNCIÓN DEL...
María Pita defendiendo la muralla coruñesa
(Óleo de Arturo Fdez. Cersa Ayto. de La Coruña)