Los cuatro jinetes ( Apoc. VI, 1-8) Beato de Facundo
Españas y que le ayudaría si recurría a él en el
combate. Por ello, Ramiro, en el momento crítico
de la lucha, invocaría al apóstol con el grito:
¡Dios, ayuda a Santiago! Al instante, el apóstol,
montado sobre un caballo blanco, se apareció
tras una nube, dispuesto a luchar contra los moros,
que serían vencidos. El relato es posiblemente la
mitifi cación de la segunda batalla de Albelda; en
realidad, un cerco a dicha localidad de La Rioja
y se refi ere seguramente al intento de romper
la línea de presión cristiana a la ciudad en el
Monte Laturce. Efectivamente, la arqueología ha
confi rmado que allí se produjo un duro combate.
En el siguiente siglo, un monje anónimo del
Monasterio de San Pedro de Arlanza, escribiría
el Poema de Fernán González, canto épico
que describe con detalle el relato de la victoria
del conde en la batalla de Hacinas; combate
que duró tres días y cuya historicidad también
ha sido discutida, porque difícilmente Fernán
González pudo combatir contra Almanzor. Hay
quien asegura que fue en esta batalla donde
se invocaría por primera vez al apóstol con la
expresión de ¡Santiago y cierra España!, grito que
daría el propio conde. Sin embargo, en el poema
solo se invoca al apóstol por su nombre. Aunque
en otros relatos del siglo XIII de esta batalla se
da primacía a San Millán, seguramente para
reafi rmar el llamado Voto de San Millán, santo que
había sido considerado patrón y protector del
reino castellano, el apóstol acabó por desplazarlo
en la piedad e invocación de los cristianos. A
partir de entonces, Santiago sería transformado
en un capitán general que dirige a las huestes
cristianas. Así lo afi rmaba el catedrático de arte
de la Universidad de Valladolid, Juan José Martín
González, ya fallecido.
El grito tradicional de ¡Santiago y cierra España!
no se ha podido averiguar cuando los cristianos
El “jinete fi el y veraz”. (Biblioteca Nacional Francesa)
en la guerra, verídico y con justicia juzga y hace
la guerra y que la fi era y los reyes del mundo
con sus tropas se reunían para luchar contra
el jinete y su tropa (versículos 19,11 y 19,19). Se
creó así un ambiente favorable para la inventio
o descubrimiento del sepulcro, hallazgo que se
efectuó posiblemente en la tercera década del
siglo IX en el valle de Amaia, sobre un altozano
boscoso llamado Libredon.
Sin embargo, Sánchez Albornoz
afi rmaba también que la devoción al
Apóstol no tuvo la más mínima dimensión
bélica en sus inicios galaicos. La leyenda
de Santiago Matamoros se desarrollaría
algo más tarde, en el siglo XII, cuando
el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada
escribió la historia del reinado de Ramiro I
en su crónica De rebus Hispaniae. Este rey
astur-leonés, fallecido en el 850, se negó
a pagar el tributo de las cien doncellas
(cincuenta hidalgas y cincuenta plebeyas)
que Córdoba exigía a los cristianos
(leyenda con poca base histórica). La
guerra se resolvió con la victoria de Ramiro
en la batalla de Clavijo, disputada el 23
de mayo del año 844. Según el relato del
citado arzobispo, Santiago se apareció al
rey en sueños un día antes de enfrentarse a
los moros para revelarle que, por designio
divino, había sido nombrado patrón de las
54 Armas y Cuerpos Nº extraordinario 2020 ISSN 2445-0359