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do, que están interconectados entre ellos y además no se agotan si se les sumi-nistra
la debida energía. Tenemos elementos conectados con cierta capacidad
de computación hasta en nuestra muñeca, que permiten que ciertas empresas
conozcan nuestros patrones de comportamiento (actividad física, sueño, inte-reses
de lectura...), incluso mejor que nosotros.
Nos adentramos en la cuarta revolución industrial, un cambio radical en
nuestra forma de interactuar y organizarnos como sociedad. Estamos inmersos
en la era del Internet of Things, IoT, el Internet de las Cosas.
Hasta el momento ha habido tres grandes revoluciones industriales. La
primera, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con la invención de la
máquina de vapor, la mecanización de trabajos (que hasta entonces eran reali-zados
enteramente por personas sin ayuda de máquinas) y el establecimiento
de redes de transporte ferroviario que agilizaron el comercio hacia las zonas
más industrializadas de cada país. La segunda, a partir del tercer cuarto del
siglo XIX, con el descubrimiento de la electricidad y su aplicación en las
ciudades y en los procesos de fabricación. La tercera, pasada la mitad del
Evolución del PIB per cápita mundial en distintos países y el impacto de las revoluciones
industriales (1).
(1) JUTTA, Bolt; INKLAAR, Robert; DE JONG, Herman; LUITEN VAN ZANDEN, Jan (2018):
«Rebasing ‘Maddison’: new income comparisons and the shape of long-run economic develop-ment
», Maddison Project Working, Paper 10.
300 Marzo