T R O P A S D E M O N T A Ñ A
Chascarrillos / 63
La memoria, “con 18 años recién cumplidos”, suele
ofrecernos lagunillas para aquellos militares que
estamos en primera vida. No obstante, a pesar que
nos impide recordar los detalles, en el caso que voy
a relatar, no va a ser determinante para contar lo sucedido
hace 34 años.
En el invierno de 1987, una compañía de la EMMOE estaba de
maniobras en el Refugio Militar de la Mina, en la cabecera del
Valle de Hecho. El Refugio de la Mina, nuestro hogar, siempre
fue acogedor, pero querido y odiado en la misma proporción,
dependiendo probablemente de las condiciones atmosféricas
del exterior. El refugio, años después, se quemaría quedando
totalmente destruido. En la actualidad, después de un reacondicionamiento,
se encuentra “operativo con limitaciones”. La
zona de influencia es un terreno muy apto para unidades de
cazadores, como bien saben los veteranos de las Unidades de
Montaña que día si y día también recorrían durante todas las
estaciones del año este hermoso paisaje de Guarrinza y la Selva
de Oza.
Hay que señalar que en ese enero, sí que nevaba, sí que hacia
frio, sí que las montañas eran más altas y sí que era todo más
duro, o al menos eso pensábamos y pienso.
En esta historia, los 25 grado bajo cero van a tener la culpa de
su desenlace, sin olvidar, además, que como acompañante teníamos
a nuestro íntimo amigo WIND CHILL que insistía en
mantener una relación estrecha con nosotros., Desgraciadamente
no contábamos con unos colegas que conocimos años
después: Gore-tex, Windstopper, Primalof, Porlatec y otros de
la misma pandilla. Insisto de nuevo que la auténtica amistad
la teníamos, de verdad, con WIND CHILL.
Así que en esa tarde de ese día de invierno duro de 1987, con
más frio que vergüenza, ahí estábamos esperando a la Cía. de
Esquiadores de la EMMOE, los Tigres de Candanchu, que venían
de marcha de jornada con la intención de pernoctar también
en el refugio.
Ese día fue especialmente frio y ventoso. La compañía de esquiadores
tuvo que vivaquear en el Ibón de Estanes, por la
virulencia climática que azotaba la zona, y eso produjo los
consiguientes “toques” en algún dedo que otro de los aguerridos
tigres. Al día siguiente pudo llegar sin más novedad que la
sufrida el día anterior.
¡¡¡Nosotros, ay nosotros!!! , estábamos enfrascados en una simulación
de cobertura defensiva al barranco de Acherito ante
una posible infiltración de algún enemigo que hubiera decidido
que el mejor día para visitar la Selva de Oza era precisamente
ese.
Teníamos nuestras ametralladoras en las laderas norte y sur
del barranco colocadas en los correspondientes asentamientos
en nieve. ¡El frio era infinito! El sargento que suscribe, había
bajado al refugio de la Mina, imagino que a recibir instrucciones.
Arriba había soldados de reemplazo, fuertes como mulas, sufridores
a más no poder, con la moral siempre alta pero jodidos
de frio.
Así que, cuando voy para arriba, me llevo en la mochila varias
mantas, “benditas mantas” con una orden clara precisa y concisa
del jefe de sección. Cuando llego a una de las posiciones
sale a recibirme, para darme novedades, un cabo, buena gente
y sincero a mas no poder, para más inri de Novillas, pueblo
de Zaragoza, a la sazón más baturro que Marianico, el Corto,.
Sebastián no podía ni hablar del frio que tenía pero, cuando
vio las mantas, desde lo más profundo de la garganta soltó un
pequeño pero claro mensaje: ¡¡¡Biennnn, por Dios, Biennnn!!!
“Para, para, para” le dije, viendo que se venía arriba, y de seguido
soltar el bombazo de la orden clara precisa y concisa:
“… que me las ha dado el teniente para tapar las ametralladoras”.
Los ojos en blanco de Sebastián resaltaban en la fría y
oscura noche. ¡¡’Me cagüen…, SI, que pasan mucho frio las jodidas
ametralladoras, me cagüen…!!!. Lo que ocurrió con las
dichosas mantas que cada uno piense lo que quiera.
El Sargento/Suboficial Mayor
Alfredo Pradilla Cruz
LAS MANTAS DE SEBASTIAN