REVISTA EJÉRCITO
N.º 963 EXTRAORDINARIO JUNIO
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Organizadas desde el invierno
de 1916 y primeros meses de 1917,
la Junta Superior, establecida en Barcelona,
que se había convertido en el
centro del movimiento asociativo, se
resistió a los intentos de disolverla por
parte del Gobierno. Detenidos sus
miembros e ingresados en la prisión
de Monjuich, el Gobierno liberal acabaría
cediendo a las presiones, liberándolos
y presentando su dimisión.
El 10 de julio el Gobierno conservador
de Dato reconocía a las Juntas su
papel de portavoz del Ejército.
La reacción ante las Juntas fue confusa.
Ni las autoridades civiles ni las
militares, incluyendo al rey, fueron capaces
de encontrar una salida a los
planteamientos expuestos en el Manifiesto
de las Juntas, propiciado por
el malestar originado por la política
de ascensos. Romanones, bajo cuyo
gobierno se había iniciado el problema,
reconoce que el propio rey, contrario
en principio a las Juntas, se
mostró luego conciliador con ellas «y
lo que fue peor, a espaldas de sus gobiernos
».
La oposición convirtió, utilizando el
conflicto juntero, al Ejército en sujeto
político, otorgándole un protagonismo
inadecuado y colaborando para
que las Juntas se transformaran en
un nuevo grupo de presión que provocará
varias crisis de gobierno, sin
que ello (como se puso de manifiesto
en la dura represión llevada a cabo
frente a los huelguistas de agosto
de 1917) implicara cambio alguno
en la mentalidad básica de los militares
ante los conflictos sociales o una
mayor comprensión hacia los movimientos
regionalistas. La utilización
del Ejército como instrumento de
control social en la lucha de clases
resultó tan evidente que cualquier
simpatía que hacia las Juntas hubieran
podido manifestar las izquierdas
quedó anulada.
LA AGONÍA DEL SISTEMA
Superada la crisis del 17, se hizo desde
el Gobierno un intento desesperado
para salvar el turno de partidos.
Se formaron gobiernos de concentración
en los que participaban políticos
influyentes, pero estos fueron
efímeros e incapaces de lograr el
consenso suficiente. Los cambios de
gobierno fueron continuos. Era evidente
que el turno de partidos había
fracasado.
El 12 de marzo de 1921 formaba gobierno
Allende-Salazar. Durante su
mandato, la crisis se ve potenciada
por el terrible descalabro sufrido por
las tropas en Marruecos, donde, tras
una serie de acciones desafortunadas,
se produce el Desastre de Annual,
el 21 de julio. La conflictividad
social iba en aumento. El Gobierno
de Concentración apenas sobrevivió
siete meses y dio paso a un gabinete
conservador presidido por Sánchez
Guerra el 8 de marzo de 1922.
El nuevo jefe de Gobierno levantó la
suspensión de las garantías constitucionales
en un frustrado intento de
congraciarse con los catalanistas.
Cuando llevó a las Cortes el expediente
Picasso para dilucidar la cuestión
de las responsabilidades, hubo
de presentar su dimisión. El 7 de diciembre
de 1922 formaba gobierno
García Prieto. Nueve meses más tarde,
el 12 de septiembre de 1923, el
capitán general de Cataluña, Miguel
Primo de Rivera, se pronuncia con un
manifiesto en el que ataca la gestión
de los políticos. Llamado el día 14
por el rey, el inicio de su gobierno
mediante la fórmula de una dictadura
militar supone el fin definitivo del
sistema político de la Restauración.
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Retrato del jefe de Gobierno
Eduardo Dato e Iradier