REVISTA EJÉRCITO
N.º 963 EXTRAORDINARIO JUNIO
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industrias propias y la importación
de productos manufacturados desde
Europa ocasionó la ruina de los
pequeños talleres y una crisis social
entre la población.
El conjunto de estas circunstancias
podría ser el origen lejano del Protectorado.
Los historiadores coinciden en dos
hitos importantes que señalan el deterioro
de Marruecos y su incapacidad
para enfrentarse a las potencias
occidentales. En 1844 el sultán envía
su ejército contra los franceses en
Argelia y es derrotado en Isly. Como
consecuencia, tiene que aceptar la
presencia francesa en Argelia.
Durante muchos años la piratería
era consentida por los sultanes, y
estos y otros incidentes eran constantes
en las inmediaciones de Ceuta,
Melilla y los Peñones. En agosto
de 1859 se produjo un ataque por
parte de fronterizos de la cabila de
Anyera a un destacamento español
que estaba construyendo unos
fortines en los límites de Ceuta. El
Gobierno español exigió al sultán
la reparación y un castigo para los
agresores, pero no obtuvo respuesta,
por lo que el 22 de octubre España
declaró la guerra a Marruecos.
Esta guerra terminó con la derrota
del ejército marroquí y, mediante
el Tratado de Tetuán, se impuso
a Marruecos una indemnización
de 100 millones de pesetas por los
gastos de guerra. Para poder cumplir
con esta obligación, el sultán solicitó
un préstamo a la banca inglesa
y además firmó un acuerdo de plazos.
Todo lo anterior debilitó al sultán y
llevó a Europa la sensación de un
Marruecos atrasado e inerme, con
un mercado interior propicio para
convertirse en mero receptor de productos
europeos.
Con una prácticamente nula capacidad
exportadora, la balanza de pagos
era cada vez más deficitaria y el
Estado marroquí se vio obligado a
pedir más préstamos, lo que dio lugar
a una espiral de endeudamiento
creciente.
Desde su acceso al trono en 1873,
el sultán Hasán I hizo esfuerzos para
establecer reformas, pero cualquier
intento se encontraba con la resistencia
de los ulemas, que las consideraban
un instrumento de destrucción
del islamismo. Y si no se podían
obtener los ingresos necesarios a
través de impuestos, la única solución
era el endeudamiento del Estado
marroquí.
En octubre de 1893 se produjeron
graves incidentes en Melilla con las
cabilas fronterizas. El sultán no quería
una nueva guerra con España y se
negó a enviar su ejército, limitándose
a un destacamento al mando de su
hermano para someter a los revoltosos.
Con el Tratado de Paz se comprometió
a pacificar la zona y a pagar
una nueva indemnización de 20 millones
de pesetas, lo que significó
una nueva losa para su economía.
Hasán I falleció en 1894. Le sucede
su hijo menor, Abdelaziz, que intenta
de nuevo una reforma tributaria,
pero también choca con los ulemas
y las clases privilegiadas, que se niegan
a contribuir. Para obtener recursos
tiene que volver a solicitar préstamos
en el extranjero4 y en 1904
recibe un nuevo préstamo de 62 millones
de francos procedentes de un
consorcio de bancos franceses.
A finales del siglo xix Francia ha consolidado
su presencia en el norte de
África y presiona a Marruecos desde
el este y el sur, acercándose incluso
hacia el Tafilalet, origen de la dinastía
marroquí. Esto causó inquietud
a los Gobiernos de Madrid, Berlín,
Roma y Londres, y para el sultán fue
motivo de gran preocupación, naturalmente.
Pero también surgen problemas interiores.
A principios del siglo xx
aparece un tal Bu Hamara como
pretendiente al trono, por ello también
conocido como el Roghi, que
alega ser hermano mayor del sultán.
Consigue apoderarse de una amplia
zona alrededor de Taza (unos 100 kilómetros
al este de Fez), aunque
en 1904 el ejército del sultán puede
expulsarlo de Taza y Bu Hamara se
establece en la alcazaba de Zeluán,
cerca de Melilla, y domina el territorio
cercano.
Por otra parte, en la esquina noroeste
de Marruecos, Ahmed el Raisuli llega
a dominar una amplia zona. Personaje
curioso este: bandolero, armador
de barcos piratas, salteador de caminos,
secuestrador, etc.
EL SIGLO XX
A partir de 1900 el Gobierno francés
observa con preocupación la situación
en Marruecos, ya que la banca
francesa era la que proporcionaba la
mayor parte de los créditos. En 1902
el Gobierno francés propone al español
un tratado con el reparto de zonas
de influencia en Marruecos, pero el
Gobierno español no llega a decidirse
para aceptarlo.
En abril de 1904 se firma el acuerdo
francobritánico, la Entente cordiale,
por el cual el Gobierno francés da libertad
al Gobierno inglés en Egipto,
y el Gobierno inglés hace lo mismo
respecto al francés en Marruecos.
Además, los dos Gobiernos acuerdan
que una parte del territorio marroquí
adyacente a Ceuta y Melilla, el
día que el sultán deje de ejercer su
autoridad sobre esta zona, debe caer
en la esfera de influencia española.
Para ello, se invita al Gobierno español
a adherirse al acuerdo francobritánico,
cosa que hace en octubre
de 1904 con la firma de un convenio
en el que se delimita la posible
zona española. Podría interpretarse
como una puñalada por la espalda a
Marruecos por parte de dos potencias
colonialistas, pero esto debe ser
matizado. Veamos el artículo tercero
del convenio que se firmó en 1904:
«Art. III. En el caso de que el Estado
político de Marruecos y el Gobierno
xerifiano no pudieran ya subsistir
… el mantenimiento del statu quo