500 aniversario
Vosotros, jóvenes artille-ros,
tenéis toda la vida
por delante en un servicio
a la patria que exige fide-lidad,
fuerza y, en ocasio-nes,
heroísmo.
afectiva, sicológica y espiri-tual
y nada pudo apartarla de
la fidelidad a su Señor. ¿No
es este el amor que deseamos
para nosotros?
En la segunda carta a
Timoteo, el apóstol Pablo,
convertido a Cristo, escribe
desde la cárcel donde está
encadenado por causa de
Cristo. ¿Qué le ha mantenido
firme en los padecimientos y
persecuciones? Su amor y fi-delidad
a Cristo, que le han
dado la fortaleza para no
claudicar. Por eso dice a su
discípulo Timoteo que «todos
los que quieran vivir piadosa-mente
en Cristo Jesús serán
perseguidos» (2 Tim 3, 12).
Por último, Jesús compa-ra
su vida y la de todo cris-tiano
con un grano de trigo
que, para dar fruto, tiene
que caer en tierra y morir.
Y añade algo que resume la
vida de un cristiano y de un
hombre íntegro: «El que se
ama a sí mismo, se pierde, y
el que se aborrece a sí mis-mo
en este mundo, se guar-dará
para la vida eterna. El
que quiera servirme, que me
siga, y donde esté yo, allí es-tará
también mi servidor» (Jn
12, 25-26). Hasta en el orden
natural, esta ley se cumple
siempre: quien se ama a sí
mismo por encima de todo,
vive en un egoísmo estéril;
por el contrario, quien supe-dita
todo al amor de Dios y al
de los hermanos convierte su
vida en un inmenso tesoro de
fecundidad.
Vosotros, jóvenes artille-ros,
tenéis toda la vida por
Misa solemne en honor a santa Bárbara
delante en un servicio a la
patria que exige fidelidad,
fuerza y, en ocasiones, he-roísmo.
Nada de eso se con-sigue
si el bien común no se
sitúa por encima de intereses
egoístas. La fe cristiana, ade-más,
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si la profesáis con co-herencia,
os da fuerza para
soportar las diversas prue-bas
que sin duda afrontaréis
en vuestra vida, tanto a nivel
personal como comunitario.
No os desaniméis en la difi-cultad
ni en el peligro. Cristo
nos ha prometido su presen-cia
en cada momento de la
vida, como han experimen-tado
quienes se han fiado de
él. Como lo experimentó san-ta
Bárbara, vuestra patrona,
cuando hizo de su vida una
ofrenda de amor puro y exclu-sivo
y recibió la doble corona
de la virginidad y del martirio.
A ella os encomiendo, a vues-tra
academia de artilleros, a
vuestros dirigentes y profeso-res,
y a vuestras familias que
se sentirán orgullosas por el
servicio que prestáis a nues-tro
querido pueblo.