LOS TERCIOS DE...
seguían: «¡ahora que cada uno haga otro tanto!», insuflándole a sus hombres, con su ejemplo, la valentía necesaria para
correr hacia el palo mayor, con total agresividad a golpe de espada ropera y pica corta, y bajo la lluvia de arcabuzazos de
sus compañeros que batían la nave contraria desde la arrumbada de la propia, para derrotar rápidamente a los desconcertados
«Los Tercios en batalla (composición hecha por el autor)»
BOLETÍN DE LA INFANTERÍA DE MARINA 37
turcos ante los satisfechos ojos de su moribundo sargento.
ANDRÉS BECERRA
Capitán perteneciente a la guarnición del Cuerpo embarcada
en la galera La loba, que fue el que capturó la insignia
otomana de la Sultana. Esta insignia se la había entregado
personalmente el propio sultán Selim II a su almirante para
guiar a su flota. Era conocida como la «bandera de los Califas»,
y consistía en un enorme paño de seda de color verde adornado
con lujosos bordados en oro que contenían versículos del
Corán y el nombre de Alá repetido veintiocho mil veces. Como
en esa época no existían las medallas, el rey Felipe II le regaló a
este capitán de Infantería de Armada, natural de Marbella, la
bola de oro que estaba en el tope de esa bandera turca.
«La bandera de los Califas (Real Armería de Madrid)»
MARÍA LA BAILAORA
De esta batalla de Lepanto existe también una curiosa anécdota, contada por el soldado Marco Antonio Arroyo en su
libro «Relación del progresso de la Armada de la Santa Liga», publicado en Milán cuatro años más tarde de su participación
en este combate, donde relataba la existencia de una mujer arcabucera en el Tercio de Lope de Figueroa, a pesar de la prohibición
expresa de don Juan de Austria de «embarcar mujeres y gente inútil», lo cual era bastante habitual en la época5.
En su libro, el soldado Arroyo decía:
«Pero mujer hubo, que fue María, llamada la bailaora quien, desnudándose del hábito y natural temor femenino, peleó
con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que a muchos turcos costó la vida, y venida a afrontarse con uno de ellos, lo
mató a cuchilladas. Por lo cual, ultra que don Juan le hizo particularmente merced, le concedió que de allí en adelante tuviese
plaza entre los soldados, como la tuvo en el Tercio de don Lope de Figueroa».
5 No en vano, se supo que en una anterior expedición a Túnez hubo más de cuatro mil mujeres escondidas o disfrazadas a bordo de los buques, a pesar
de las duras sanciones que se les imponían a aquellos a los que se les encontrara a bordo a sus esposas o amantes. A éstas coloquialmente se las conocía
como «las enamoradas» y se decía que estaban dispuestas a todo, incluso a morir, con tal de no separarse de sus hombres, ya que eran conscientes de
que en tierra, solas y desamparadas, les esperaba peor suerte.