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MEMORIAL INFANTERIA 68

ENSEÑANZA, INSTRUCCIÓN, ADIESTRAMIENTO Y EVALUACIÓN Asalto a la bayoneta 73 Finalmente, si en la línea de asalto algún jefe de sección considera que el asalto no va a tener éxito debido a la cantidad de alambradas o bajas, procurará: •• Sustraerse al fuego enemigo, acogiéndose al abrigo más próximo. •• Reorganizarse rápidamente en dicho abrigo. •• Apoyar a las unidades vecinas que estén efectuan-do el asalto. •• Neutralizar las resistencias que se le opongan di-rectamente y tratar de abrir brechas en ellas, con la operación de cuantos medios se tengan, incluso, si es posible, de los zapadores, con vistas a la rea-nudación del asalto. EL ASALTO La formación de asalto será la que resulte de situar los pelotones y escuadras a la misma altura, sin mantener alineación alguna. A cada pelotón le corresponderá un pozo de tirador y unos ramales de la trinchera como objetivo, cuya toma será responsabilidad del jefe del mismo. Seguramente no le habrán sido asignados por el jefe de sección (teó-ricamente sí, en el reconocimiento y órdenes previas), así que le corresponderán los que tenga enfrente o más cercanos. Debe haber una máxima concentración de fuego sobre el objetivo instantes antes del asalto. Los fusileros tienen que intentar no usar sus armas hasta este momento. Hay que ejercer un control estricto sobre el empleo de las granadas de mano. Estas constituyen una forma muy efi-caz de anular al contrario en su trinchera, pero cuando se está en posición de cuerpo a tierra pocos hombres pueden arrojar una de ellas a más de cinco metros, y siempre es difícil asegurarse de que va a caer en un pozo de tirador enemigo. El uso indiscriminado de las granadas de mano puede causar bajas entre los propios atacantes. Cuando asalte toda la sección reunida, incluyendo a las ametralladoras, las escuadras de dichas armas se com-portan como fusileros. El tirador de la ametralladora uti-liza su máquina como arma individual. El asalto es la fase decisiva de la lucha y constituye un acto violento y brutal para el que el infante debe estar preparado física y moralmente pues, poniendo a contri-bución todas sus energías, su valor, sus virtudes guerre-ras y su espíritu ofensivo, va a resolver en ese momento del ataque la razón de su avance a través de la larga zona de combate, soportando pérdidas, fatigas y privaciones, resarciéndose de ellas con creces al arrancar en un brio-so cuerpo a cuerpo la victoria al adversario. El asalto debe ser arrollador e iniciarse a una distancia tal que permita realizarlo a la máxima velocidad y de una sola carrera, para aprovechar el efecto moral del mismo y disminuir las pérdidas propias, debiendo estar firmemente convencido el infante de la necesidad de no detenerse ni retroceder, pues dado el poder destructor de las armas modernas, sobre todo a distancias cortas, conservará más fácilmente la vida arrojándose sobre el enemigo, a fin de aniquilarle, impidiéndole hacer uso de ellas, que retrocediendo, aparte del deshonor que esto supone. A la voz de asalto hay que marchar con decisión al ene-migo. La victoria no se encontrará en la acción más re-flexiva, sino en la acción más vigorosa. Desde tiempos de las legiones romanas, se sabe que es cierto que en una batalla, un soldado que ataca corriendo a su enemigo le turba la vista y le amedrenta, sin darle tiempo a reaccio-nar, ni siquiera a resguardarse. La vista del asaltante pa-raliza al asaltado, razón por la que el espíritu del infante debe ser siempre ofensivo y agresivo. El asalto se hará a través del mayor número de brechas y en direcciones distintas pero convergentes, a fin de desconcertar al defensor y obligarle a distribuir su fuego, con la consiguiente debilitación de sus efectos. Al penetrar los asaltantes en la posición enemiga, las unidades de apoyo alargan su tiro o efectúan rápida y escalonadamente los cambios de asentamiento nece-sarios, para contribuir a una consolidación del terreno conquistado. El éxito en esta fase del ataque, en el asalto de infantería, no ha sido ni será jamás la consecuencia de la mayor o menor fortaleza de la posición, ni del armamento, ni del número, sino de los factores cualitativos y morales de los combatientes. La moral del infante es uno de los facto-res más importantes en la lucha puesto que, por hallarse constantemente en la zona de combate próximo, el ries-go, las privaciones y penalidades son más inmediatas, ma-yores y continuas que para sus compañeros de las demás


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