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BOLETIN SANIDAD MILITAR 22

2014 NOTICIAS VARIAS 5 Palabras del Inspector General de Sanidad General de División Médico D. Luis Hernández Ferrero Excelentísimos e Ilustrísimos señores, autoridades civiles y militares, señoras y señores, compañeros y amigos: Muchas felicidades a todos en el día de Nuestra Patrona, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Hoy es un día para fomentar el espíri-tu de cuerpo, comunión, y renovar juntos, los valores que compartimos. Valores que están condensados en tan hermoso nom-bre, perpetuo socorro. Socorro a nuestros compañeros de armas, a los ciudadanos, a cualquier herido, enfermo, refugiado, o desplazado por la guerra. El dolor, la san-gre, y el sufrimiento, difuminan el color de divisas, uniformes, razas y creencias. Que tengan la certeza siempre, de que serán asistidos, amparados y acogidos. Hace un año, en un día como este, yo les decía, situado en el centro del jardín, que resultaba ser un lugar donde se evo-caba sin esfuerzo, el centro histórico de la sanidad militar, y añadía, que les hablaba desde una situación privilegiada, pues es-taba entre nuestra historia, representada en un museo, que recoge toda la acción de unos sanitarios, que han recorrido el mundo curando heridos, tratando enfer-mos y evitando enfermedades, y por otro lado tenía el edificio del hospital actual, que se incorpora continuamente a la mo-dernidad y al futuro. Hoy hemos preparado un escenario más solemne, en cuanto a su espacio y contenido, y de nuevo este hospital, más que centenario, nos sitúa en un lugar evo-cador. Sintamos todo el significado histórico del recuerdo y la modernidad que les he dicho, pero además, en este día, en el que queremos recordar de forma especial a las Hijas de la Caridad, nos encontramos en el lugar donde se ubicaba la capilla y el pabellón de estas religiosas, en el anti-guo hospital, y al frente, puedo contem-plar su actual residencia, haciéndonos ver que el tiempo entre ambos hogares, es una inmensa deuda de gratitud. Estas hermanas, cuyo instituto religio-so fundara en el siglo XVII, San Vicente de Paul, llevan en España más de dos siglos dedicadas a los enfermos y a los pobres; en la historia de la Sanidad Militar, están presentes desde 1790, en el hospital mili-tar de Santa María en Lérida. Desde entonces en muchos hospita-les militares, incluso hospitales de san-gre, bajo fuego enemigo, fueron siem-pre manantial de caridad y de virtudes, irremplazables a la cabecera del herido y enfermo. Y están en este hospital de Ca-rabanchel, desde su creación en 1896. Casi 120 años unen a este hospital y a las Hijas de la Caridad. Decir nombres y recuerdos, contar anécdotas, tristezas y alegrías, sería lar-go y se incurriría en olvidos y ausencias; tendríamos que hablar de momentos he-roicos, a veces muy tristes, acompaña-dos de situaciones realmente milagrosas, pero estoy seguro, de que ustedes, que conocen la historia de dos Españas en-frentadas, saben, en términos generales, a qué me refiero. Estas religiosas a las que queremos dedicar el día festivo de nuestro Cuerpo Militar de Sanidad, son una congregación de vida apostólica, unas mujeres dedica-das a los enfermos y a los pobres. ¿Pero qué tienen de especial estas hermanas que nos acompañan desde hace tanto tiempo?. Precisamente eso, el que nos acompañan desde hace tanto tiempo. Surgieron en unos momentos históri-cos en el que las religiosas ejercían su ac-tividad alejada del mundo, concentrada su espiritualidad. En aquellos momentos las hijas de San Vicente, salen a la calle e inundan hospitales y asilos, y por tanto viven pendientes del mundo, de ese mun-do de dolor y marginación; pero no van sólo con su impulso de generosidad, sino que han tenido, a través de su historia, desde la instrucción que les ofrece Santa Luisa de Marillac, un esmero especial con su formación continuada, y las titulacio-nes que las han acreditado para ejercer su profesión sanitaria. Pero sobre todo conviven con el resto del personal sanitario, con unas máximas que a muchos parecerán usuales, rutina-rias, pero que son reflejo de las que acon-sejaba sor María Luisa Luquin en los días del centenario de este hospital, cuando citaba a la Madre General, Sor Guillemin, fiel observadora de los signos de los tiempos: La Hija de la Caridad…está obli-gada a pasar… de la superioridad religiosa a un sentimiento de fraternidad, de una actitud de autoridad a una actitud de co-laboración… Y muchos dirán ¿esto es tan impor-tante? permítanme que les diga cuán-to: nosotros somos una familia sanitaria sometida a una obediencia semejante a la conventual, por nuestra condición de militares, y la visión de estas mujeres consagradas, que pasan de la superiori-dad religiosa a la fraternidad, y de la au-toridad a la colaboración, es un ejemplo permanente. En una palabra: somos dos ejércitos disciplinados en continua convivencia, y que a nuestra manera disimulamos ese orden jerárquico, porque la medicina nos enseña, que aquél que hoy se siente sa-bio con su verdad, mañana será llamado a la humildad por errores inevitables, y esa actitud, nos sirve en el trato con el personal civil que nos acompaña, y que en silencio nos reclama, como a las reli-giosas su superiora, pasar de la autori-dad, a la colaboración. Por eso el monumento que a mi iz-quierda preside este acto lleva una ins-cripción que abarca a todos los sanita-rios que dedicaron su vida a esta noble profesión. No está inspirado este tono de igualdad, en esa obligada realidad del paso trascendente, sino en otra realidad no menos objetiva, en la importancia del que se considera con frecuencia, peque-ño, en una acción conjunta, el celador, la auxiliar, el informático, el administrador en todos los escalones de su jerarquía y un extenso etc. donde nadie se puede sentir excluido, porque todos colaboran con su arte, a la acción sanitaria. La vida de este hospital y de toda la Sanidad Militar tiende a funcionar como aquellos relojes que tenían nuestros abuelos, cuya tapa posterior abrían y nos mostraban las innumerables ruedecitas, piñones y resortes, y todos eran válidos e imprescindibles. Cuando se mire este monumento es intención de la Inspección General de Sanidad que tengamos un re-cuerdo de todos los que nos precedieron, sin importar su nivel de actuación, ni si era civil o militar. Y si algún sanitario debe tener prefe-rencia, que sea el más anónimo y olvida-do, que sirvió con abnegación a todos los enfermos y heridos. Por eso felicitamos y reconocemos a todos los hoy condecora-dos y nombrados sanitarios de honor, por muchos años de trabajo, día a día, cons-tante, bien hecho. Pero no es una cues-tión de mérito temporal, sino como dicen las Ordenanzas, »hay que probar en el servicio, una conducta ejemplar, limpia e intachable» servicio prestado con gene-rosidad y honor. Evoquemos todos juntos a nuestros compañeros, que vistiendo nuestro uni-forme y nuestra Cruz de Malta, sacrifi-cando intereses personales y familiares, sirven hoy en zonas de operaciones, o navegan en mares lejanos, aunque estén


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