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REVISTA DE HISTORIA MILITAR EXTRA I 2015

142 JUAN MARÍA SILVELA MILÁNS DEL BOSCH Cuando Carlos III quiso que el ejército español siguiese la misma táctica que el de Prusia, comisionó para estudiarla al con-de de Aranda, a la sazón ministro de Estado. El rey de Prusia ma-nifestó al embajador español que la táctica del ejército prusiano estaba tomada de un libro español titulado “Consideraciones mi-litares”, del marqués de Santa Cruz de Marcenado. Cuentase que al despedirlo le dijo: “Tomad, señor ministro, esta marcha militar que tenía destinada para honrar a mi persona.” Al aceptarla el rey de España Carlos III la declaró marcha de honor española por Real decreto dado en San Ildefonso el 3 de Septiembre de 1770. Siguiendo a Redondo Díaz, la leyenda comenzó a formarse a mediados del s. XIX y se transmitió en revistas y periódicos con diversas variaciones. Hasta donde pudo comprobar, se contó por primera vez en el “Espíritu Pú-blico”, mediante un artículo de Antonio Vallecillo y Luján (1864), aunque Fernández de la Torre asegura que apareció por primera vez en la “España Militar” (1861). Vallecillo volvió a tratar esta cuestión en su Homenaje a Villamartín (1884); en sus dos versiones cambiaba de general protagonista, pues el intermediario entre los reyes era Martín Álvarez de Sotomayor. De la célebre conversación volvió a ser interlocutor y receptor de la marcha el Conde de Aranda, Pedro Abarca de Bolea, en “Los Sucesos” (1868). Final-mente, la anécdota sería recogida por Manuel López Calvo en su obra ya citada y también por el autor del texto escolar Compendio de Historia de España. En las diferentes versiones sobre la famosa conversación entre Federico II y el Conde de Aranda (o el general Álvarez de Sotomayor) hay numerosos errores que merecen ser puestos de manifiesto para insistir en la falta de fundamentos históricos de la leyenda. Pedro Abarca de Bolea no fue Minis-tro de Estado con Carlos III, sino con su hijo Carlos IV, ni fue embajador en Prusia, nación con la que entonces no teníamos relación diplomática, sino en Polonia; tampoco se podía mandar, en consecuencia, una “comisión de estudio” en aquellos años. A su vuelta a la Península en junio de 1762 (no se olvide que el libro manuscrito de Espinosa es de 1761) para participar en la Campaña de Por-tugal, el Conde de Aranda no pudo entrevistarse con Federico II, ya que el monarca prusiano se encontraba en su Cuartel General de Battler (Breslau), firmando la paz con Rusia. Incluso en sus cartas oficiales, cuando relata el viaje, no cita la entrevista, encuentro sobre el que hubiera tenido obligación de informar al Secretario de Estado, Ricardo Wall. El Decreto de San Ilde-fonso (La Granja) dado por Carlos III no se ha encontrado y, tal como está


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