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MEMORIAL INFANTERIA 66

MIMSCISCELELÁÁNNEEAA 111 El habitual horario de trabajo se veía alterado al llegar el domingo. Era este un día especial, en el que los familiares, amigos y novias de los cadetes se acercaban a Los Alija-res para pasar el día en su compañía. Los últimos días de prácticas estaban dedicados a la ejecución de marchas, en las que se recorrían los pueblos de los alrededores y se confraternizaba con sus habitantes, llegando a com-partir sus viviendas. En 1913 se pudo inaugurar la iluminación eléctrica de todo el Campamento y se adquirió en Alemania una tien-da con las suficientes comodidades para acoger a don Alfonso XIII en caso de que volviera a repetir su visita a Los Alijares. Además de los dos barracones de alumnos, de la mayordomía y de la caseta de Telégrafos y Topo-grafía, en este año ya eran también de mampostería la cocina, las cuadras y la caseta del guarda. El campamento aparecía engalanado con jardines y en uno de los cos-tados del comedor de oficiales se había construido una marquesina bajo la cual organizaban sus tertulias vesper-tinas los profesores. En mayo de 1914 el Rey visitó de nuevo a la Academia en Los Alijares y, tras revistar a los alumnos y asistir a sus prácticas bajo una intensa lluvia, pasó noche en el Cam-pamento. Vista del Campamento desde el reducto (1913). Centinela del reducto y depósito de agua (1913). En el mes de octubre siguiente el Campamento se trans-formó en enfermería, al desencadenarse en la Academia una epidemia de escarlatina y tifus, a consecuencia de la cual falleció un alumno. Los cadetes externos fueron en-viados a sus casas y los internos trasladados a Los Alijares, no pudiendo regresar al Alcázar hasta el mes siguiente. El escaso terreno de que se disponía en Los Alijares obli-gaba en ocasiones a la Academia a invadir las fincas colin-dantes, lo que haría que sus dueños optasen por cercar-las para así evitarlo. Al producirse esta situación, tuvo la Academia que buscar en 1915 otro lugar para realizar las prácticas del mes de mayo, aceptando el ofrecimiento de una finca llamada Ballesteros, situada en Guadalerzas, a corta distancia del pueblo de Los Yébenes. En este mismo año se ampliaron en Los Alijares los barracones de alum-nos hasta ocho, dotándoseles de literas abatibles, que permitían un uso alternativo como dormitorio o sala de estudio y clase. Aspecto general del Campamento con su gran arboleda y construidos dos de los barracones (1913). Vista parcial del Campamento en 1913. El Campamento de Los Alijares no solo sería utilizado para la realización de las prácticas anuales, sino también como lugar destinado a enseñar la instrucción individual a los alumnos recién ingresados, los cuales permanecían allí durante un mes a principios del curso, alejados de las pesadas novatadas de sus compañeros de segundo año.


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