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REVISTA DE HISTORIA MILITAR EXTRA PROTECTORADO

252 JUAN IGNACIO SALAFRANCA ÁLVAREZ Pese a la brillante labor de las comisiones geográficas en Marruecos, la cartografía no había alcanzado la perfección actual y al ir siendo ocupadas zonas que anteriormente eran casi desconocidas, se imponía otro cometido que, los oficiales moros cubrían con eficacia: el de ser prácticos en el terreno que se pisaba o se iba a ocupar en las sucesivas operaciones. Pero al hablar de las clases hemos señalado la existencia de los fokaha; sus funciones resultan difíciles de comprender y definir sin tener un cono-cimiento de las peculiaridades de las prácticas musulmanas y de la íntima relación entre justicia y religión para los mahometanos. Al contrario que para los oficiales moros, su extracción era de las clases de tropa, pero se les asignaba una asimilación a oficial tan pronto como empezaban a desempe-ñar sus cometidos. Estos eran una combinación entre ministros de la religión y funcionarios judiciales y administrativos. Si bien los indígenas estaban sometidos, como miembros del Ejército español, a las leyes disciplinarias y penales militares españolas, en tanto que musulmanes estaban también sometidos a la sharia o ley coránica, siendo los fokaha los encargados de aplicarla; pero su función iba más allá, siendo además una especie de nota-rios y, como ya se ha dicho, atendiendo al cuidado espiritual de los nativos. De los oficiales provisionales de origen norteafricano, no cabe señalar nada en particular, pues desempeñaban su mando de sección en los mismos términos que sus compañeros españoles, si bien cabe señalar que todos ellos quedaron integrados en unidades, Regulares, Tiradores y mehalas compues-tas por personal indígena. CONDECORACIONES Como componentes del Ejército español, el régimen de recompensas del personal nativo era el mismo que el de sus compañeros peninsulares. Al ser las unidades indígenas fuerzas de choque y actuar, como consecuencia, en vanguardia en los puestos de mayor riesgo, fueron numerosas las condeco-raciones obtenidas por este personal. Si bien es verdad que, con carácter individual, ninguno de ellos alcanzó la más alta condecoración militar española, la Cruz Laureada de San Fer-nando, no lo es menos que obtuvieron para sus unidades un gran número de laureadas colectivas, haciendo de los grupos de Fuerzas Regulares Indígenas las unidades más condecoradas del Ejército español. Cabe señalar que esta ausencia de Cruces Laureadas de San Fernando individuales es, en parte, debida a que, habiéndose concedido al principio de la guerra 1936-39 esta recompensa con cierta prodigalidad, el bilaureado general Varela, temeroso


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