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REVISTA HISTORIA MILITAR 117

140 ALBERTO RAÚL ESTEBAN RIBAS ción y la recluta de soldados43. Cuando los Estados finalmente se avinieron parcialmente a las pretensiones reales tan solo pagaron 800.000 florines, sin dar más recursos al soberano para encarar con garantías la ruptura de nuevas hostilidades con Francia para la siguiente primavera. Todas aquellas negociaciones en las más altas esferas, los juegos de poder y contrapoder entre la monarquía y los gobiernos provinciales queda-ban alejados y extraños para los soldados que estaban a punto de entrar en combate y a los que se exigía, sin contraprestación, que arriesgaran su vida mientras los que se quedaban en la retaguardia les escamoteaban los recur-sos. Manuel Filiberto estaba desesperado: para evitar el malestar entre las tropas a principios de febrero de 1557 se había reunido con los altos oficiales de su ejército y se había comprometido al pago de las soldadas; pero el 14 de febrero, ante las malas noticias de las negociaciones en la Corte, escribe en su Diario que tendrá que mantener el secreto de la falta de dinero otros 2 días hasta que consiga que las tropas se desplacen hacia la frontera para preparar la invasión de tierras francesas. Esta situación de penuria financiera en Flandes hacía recaer el peso de la financiación sobre Castilla y las remesas de oro americanos. El peso de la carga financiera llegó a tal extremo –el 40% del importe de los préstamos nue-vos era para pagar los intereses de operaciones anteriores– que el 17 de abril de 1557 Felipe sancionó un decreto de suspensión financiera, el primero en la historia española, convirtiendo por la fuerza el capital y los intereses de todos los asientos a corto plazo pendientes, cuyo pago estaba asignado a los ingresos procedentes de Castilla, a juros marcados a un interés fijo del 7,14%; en una hábil y maquiavélica jugada se había retrasado la publicación del decreto de suspensión hasta junio y tanto Felipe en Flandes como la princesa Juana en Castilla realizaron aún operaciones financieras, temiendo lógicamente que el conocimiento del decreto espantaría a los nuevos prestamistas44. Cuando en la primavera de 1557 rompieron de nuevo las hostilidades Manuel Filiberto ya llevaba meses haciendo cábalas sobre cómo conseguir los recursos necesarios para mantener la guerra; aunque se habían obtenido III duque de Alba, por lo que en la corte se erigieron dos facciones, el partido ebolista y el partido albista. Ver BOYDEN, James M.: The Courtier and the King: Ruy Gómez de Silva, Phillip II, and the Court of Spain. University of California Press, Berkeley, 1995; FERNÁN-DEZ CONTI, Santiago y MARTÍNEZ MILLÁN, José (Dirs.): La monarquía de Felipe II: La Casa del Rey. Fundación Mapfre-Tavera, Madrid, 2005; PARKER, Geoffrey: Felipe II. La biografía definitiva. Editorial Planeta, Barcelona, 2010; ROCAFORT, Guillermo: El Principe de Éboli. Ruy Gómez de Silva. Aurea Editores, Barcelona, 2007. 43  CODOIN: op.cit., tomo 3, p. 487. Gomez de Silva regresaría a Flandes a finales de septiem-bre de 1557 con 3.000 infantes y los fondos necesarios para pagar a las tropas un par de meses. CODOIN: op.cit., tomo 3, p. 535. 44  PARKER, Geoffrey: op.cit., p. 147. Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 140-166. ISSN: 0482-5748


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