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AEROPLANO 29

rren el riesgo, al volar paralelos a la costa, de no divisarla. En este tramo, Jiménez, que estaba delicado pues arrastraba una urticaria desde Sevilla, y dolores en la cicatriz de un forúnculo en la cara del que había sido operado pocos días antes, fue sustituido en los mandos de vuelo por Iglesias. Tienen que descender a 300 metros y por fin avistan, entre la lluvia, las señales que con los faroles les hacen desde cubierta los marineros de un pequeño barco de cabotaje. Tres cuartos de hora después, comprueba y reconoce Iglesias los destellos del faro de Natal. Despierta a Jiménez que se hace cargo de los mandos de vuelo y poco después aparecen las luces del aeródromo de Natal, que los brasileños habían mantenido encendidas toda la noche para que les sirvieran de referencia. Son las 5 horas 30 minutos de la madrugada y ya se puede decir que han llegado a América. En este momento, comprueban les quedan 680 litros de gasolina, lo que unido a que la velocidad de crucero ha sido muy baja - por el fuerte viento en cara encontrado-, les hace comprender que no podrán batir el récord de distancia. Apenas con 50 litros de gasolina, deciden tomar tierra en el aeródromo de Cassamary, cerca de Bahía, donde Jiménez posa al “Jesús del Gran Poder”. Habían volado 43 horas y 44 minutos de vuelo ininterrumpido desde Tablada, y eran exactamente, las 13 horas y 25 minutos hora local del martes 26, habiendo recorrido 6.550 kilómetros por la ruta ortodrómica. No habían batido el récord mundial de distancia pero quedaban en segundo lugar. Como es de suponer, a pesar de haber compartido el trabajo durante el viaje, llegan entumecidos y sólo el consumo abundante de buenas tazas de café brasileño les reanima, y les hace recobrar el ánimo y las fuerzas necesarias para atender la curiosidad del público que había acudido a recibirles. Al principio no había demasiada gente, pero al conocerse en la ciudad la noticia del aterrizaje, acudieron en masa al aeródromo. En los primeros momentos los aviadores tuvieron que dedicarse a salvaguardar el avión y a solicitar que las autoridades aeronáuticas estuvieran presentes para abrir el barógrafo y así poder homologar el recorrido tanto en duración como en distancia. Gracias al Cónsul español y a las autoridades de la ciudad, pudieron, después de orar en acción de gracias en una de sus antiguas iglesias, trasladarse al Gran Hotel, donde tras un ligero almuerzo, pudieron descansar durmiendo cerca de diecisiete horas. Recibieron numerosísimos telegramas siendo, quizás de los primeros en llegar, los enviados por el Rey y la Reina. Al día siguiente dirigieron telegramas a Kindelán, informándole del vuelo y agradeciendo el que les había mandado, nada más tener conocimiento de su aterrizaje. Otros telegramas que recibieron con gran satisfacción fueron los de los aviadores, como Lindbergh, marqués de Pinedo, general Italo Balbo, Breguet y en especial el de Arturo Ferrarin que ostentaba el récord mundial de distancia, que ellos no habían podido arrebatarle. No faltó tampoco la de Birkigt, ingeniero autor del proyecto del motor. Aunque la parte más espectacular del vuelo ya se había realizado, el raid no había concluido. El proyecto de ambos pilotos era realizar una segunda parte, efectuando un recorrido por América. Indudablemente, todas las ciudades en las que residían españoles deseaban la El “Jesus del Gran Poder” ilustrado por Martínez de León


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