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AEROPLANO 29

Se trataba de unir a España y a Cuba por la ruta aérea, emulando la gloriosa gesta de Colón cuando en su búsqueda de la isla maravillosa del Gran Kan, tras numerosos desvelos y luchas incesantes, culminaban sus sueños descubriendo un nuevo mundo. Antes, las naos surcaron las aguas, preñadas de misterio. Ahora el misterio estaba implícito en los aires. Un avión intentaría reeditar la gesta, en aras de un futuro de progreso de la Humanidad. Los protagonistas de esta hazaña, como ya se ha dicho, fueron: Mariano Barberán y Tros de Ilarduya, nacido en Guadalajara el 14 de octubre de 1895. La infancia de Barberán transcurrió en Guadalajara sin nada digno de mención en un hogar donde se vive la vida castrense. En 1903, su padre militar le lleva al Parque de Aerostación, con ocasión de los actos que se celebran en la visita de SM el rey Alfonso XIII y establece su primer contacto con la aeronáutica. Siguió la carrera de las armas ingresando en la Academia de Ingenieros en 1910, a los 16 años. Al terminar sus estudios en Guadalajara, es nombrado segundo teniente de Ingenieros y tres años mas tarde asciende a primer teniente. En octubre de 1918 solicita y le es concedido el curso de Observador de avión. Cuando obtiene el título correspondiente, en 1919, es destinado a Tetuán (Marruecos), donde interviene en las acciones bélicas que se llevan a cabo. En éste aeródromo, además de volar, está encargado de los talleres. En esos momentos empieza a interesarse por la radiotelegrafía aplicada a la aviación que le sirvió sería la base para escribir su libro “Radiotelegrafía”. Por su destacada actuación en la guerra de Marruecos, se le concedió años mas tarde la Medalla Militar. El año 1922, continúa en Marruecos, ahora en Melilla, donde tiene su primer accidente de vuelo del que salió ileso. En este mismo año participa con González Gallarza en el vuelo sin escalas Madrid-Larache (Marruecos) en un De Havilland Napier. Aunque la marca conseguida de 900 kilómetros no pudo ser homologada, si obtienen el premio del Real Aero Club de España. Como recompensa a sus desvelos en la rama de radiotelegrafía aeronáutica, se le concede una beca para seguir un curso en Paris en la Escuela de ingenieros Radiotelegrafistas. Al regreso de París se le nombra para realizar el curso de pilotos, cuyo título obtiene en enero de 1924. Arturo Reverte Barea en su libro “La forja de un rebelde” relata: “Barberán era diferente de los otros aviadores. Se encerraba en su despacho cada tarde a trabajar, hacer cálculos y estudiar. Estaba obsesionado con el vuelo. Escuchaba con gusto sus disertaciones técnicas. Era pequeño y vivaracho, con ojos febriles tras sus gafas, prematuramente calvo, silencioso y retraído. Sus relaciones con otros compañeros eran restringidas. Nunca tomaba parte en sus juergas y vivía una vida de recluso. Parecía un fraile, pero al menos se arriesga por algo grande. Tenía miedo a la muerte, como todos, pero la de safiaba”. Después de efectuar el curso de Jefe de Escuadrilla, vuelve de nuevo a África, incorporándose con su escuadrilla a Melilla. Continúa con sus vuelos pero por diversas circunstancias se ve obligado a pedir la baja de aviación y regresar a su cuerpo de procedencia. Barberán admiraba profundamente a Ramón Franco, que aunque excelente piloto, no tenía demasiados conocimientos técnicos. Como Barberán era un experto navegante aéreo, un notable matemático y un gran investigador, Franco le pide ayuda para preparar el vuelo que proyectaba a Buenos Aires. Mariano hizo en poco tiempo un trabajo magnífico, con toda clase de detalles, que sirvió de base a la Memoria que tenía que ser presentada al Gobierno con relación al vuelo España Argentina. De la valía de Barberán da testimonio el general de aviación Goma que escribe de él: “Es difícil conocer un hombre mejor dotado por Dios con tan completas y brillantes cualidades: inteligencia privilegiada, clara, precisa, sin elucubraciones matemáticas, profunda, llena de realidades. El capitán Barberán es la figura más completa que tal vez exista en la Historia de la Aviación del Mundo”. En diciembre de 1930 encon- 143 Panel de instrumentos del “Cuatro Vientos”


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