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1933 ingresó, como miembro de número, en la Real Academia de Ciencias Exactas y Naturales, con el discurso Ciencia Aeronáutica siendo contestado por el general del Cuerpo de Ingenieros José Marvá. De esta Academia, en un acto miserable en grado sumo, fue expulsado tras la guerra civil. Su único delito consistió en ser fiel a la palabra dada de defender la legalidad vigente y no quebrar la honrosa tradición del Cuerpo de Ingenieros, el único de los estamentos militares que no se había sublevado nunca contra el poder legalmente establecido, todo ello sin renegar de su condición de católico practicante y pudiendo no estar del todo de acuerdo con algunas actuaciones del Gobierno. En el conflicto armado, ascendió a general, desempeñó el cargo de Jefe de Instrucción y Servicios Técnicos y tuvo la inmensa desgracia de perder a su hijo Emilio que, habiéndose hecho piloto de caza en la 1ª Promoción de Kirovabad, desapareció en combate el día 4 de septiembre de 1937. Recurrió a su gran amigo Kindelán pero aunque éste se esforzó por localizar el cadáver, no fue hallado y de esta gran pérdida, agravada por el hecho de no haber podido dar cristiana sepultura a su hijo, no se recuperó nunca. Exiliado en París, su gran categoría científica le permitió ganarse la vida aportando trabajos técnicos (sobre la bomba de uranio y el traje espacial, entre muchos otros) para la prestigiosa revista L´Aerophile y diversas publicaciones del ramo, siendo también contratado por la Oficina Nacional de Estudios e Investiagciones Aeronáuticas (ONERA), pero la larga sombra del franquismo se proyectó sobre él, consiguiendo que le rescindieran el contrato. Con altibajos, vivió modestamente en Francia y en el año 1960, tras la dimisión de Félix Gordón Ordás, aceptó la Presidencia de la República en el exilio. Este ilustre aviador español, pionero y miembro de la 1ª Promoción y fundador de la Aviación Militar española, falleció en Ginebra del día 13 de septiembre de 1967, habiendo vivido ochenta y ocho años manteniendo su dignidad y su palabra de honor intactas y ateniéndose a los dos principios que él mismo enumera en sus Memorias: “Intransigencia contra la injusticia y un rechazo absoluto a dejarme dominar o influir por quien no tiene derecho a ello”. El tercer piloto (segundo por orden de suelta), Eduardo Barrón y Ramos de Sotomayor, nació en Corral Falso de Maenríquez, Matanzas, Isla de Cuba el día 7 de septiembre de 1888. Es probable que Barrón sea más recordado por su extraordinaia inteligencia y capacidad para la técnica y sus encomiables intentos por desarrollar una industria aeronáutica propia, a la que aportó el diseño, desarrollo y construcción de varios aeroplanos, sin embargo, fue el piloto más hábil de la Primera, lo que demostró por lo temprano de su suelta y su actuación como instructor y probador de sus propios aviones. Desde su participación en la 1ª Escuadrilla Expedicionaria demostró gran habilidad para solucionar problemas técnicos cuando, debido a la imprecisión de los bombardeos desde los aeroplanos de la época, acopló al Farman un simple tubo que funcionó como un rudimentario visor de bombardeo. Fue también el primer piloto español que lanzó bombas desde un aeroplano, cuyos detalles veremos poco más adelante al tratar de los primeros bombardeos. Colaboró en la construcción de un motor de 180 HP fabricado por la Hispano en Barcelona y contruyó los aviones Flecha (muy parecido al Lohner) y el Conejo. En el año 1917, en situación de supernumerario, fue contratado por la Hispano de Aviación en sus instalaciones de Guadalajara donde diseñó y construyó dos prototipos, un avión de caza y otro de reconocimiento que presentó al concurso celebrado en el año 1919, obteniendo el premio en el avión de caza, así como la Medalla de Oro en el Congreso de Ingeniería. Precisamente, en el año 1919 publicó un trabajo titulado La locomoción aérea y su organziación en lo futuro que fue muy bien recibido por la comunidad aeronáutica. En el año 1923 ejerció como Director de la compañía Española de Tráfico Aéreo (CETA) y en 1925 colaboró, como Ingeniero Jefe, en la fábrica de aviones Loring donde desarrolló una formidable labor. Sacó los protoipos R-I, R-II y R-III, el avión 34 > Eduardo Barrón, atendiendo al presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato, de visita en Cuatro Vientos para presenciar los vuelos del monoplano “Acedo” (foto: prensa gráfica de la época). > Eduardo Barrón (sobre el Flecha) explicando al Rey Alfonso XIII las características del avión (foto: Mundo Gráfico 4-8-1915).


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