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28 HISTORIA Y HUMANIDADES 2015 RECORDANDO A ROBERT KOCH (1843-1910) La Tuberculosis Sociedad de Fisiología. Berlín, 24 de marzo de 1882 Dr. Juan Alberto Galán Torres Coronel veterinario Microbiólogo En una amplia y vetusta sala tiene lugar una importante reunión. Allí se congregan los más ilustres científicos de Alemania que se ocupan de la lucha con-tra las enfermedades contagiosas. Entre ellos destaca Rudolf Virchow, el gran pa-tólogo indiscutido. Todos los asistentes esperan, expec-tantes, escuchar la disertación de un hombre menudo y con gafas que, con paso cansino, se acercaba al estrado. Desde allí lee con voz temblorosa, y de manera sobria y concisa, unas notas que ha garabateado en unas cuartillas. Sin ningún tipo de inflexión de voz, tan tí-pica de los grandes oradores, proclama que los médicos del mundo entero pue-den conocer ya todos los hábitos del ba-cilo de la tuberculosis, el más pequeño y salvaje enemigo del ser humano. Con una modestia admirable y nervio-sismo no disimulado, Robert Koch expo-ne, ante la brillante audiencia, la sencilla historia del descubrimiento del invisible microbio que mata a una persona de cada siete que mueren. Sus investigacio-nes demuestran, de manera irrefutable, que la tisis es producida por bastoncillos microscópicos; describe la patogenia de la enfermedad y la define como un pro-ceso infectocontagioso. Terminada su exposición, aguarda el inevitable debate que suele acompañar este tipo de reuniones. A través de sus gafas de miope, Koch dirige la mirada hacia el auditorio. De hecho espera un duro ataque. El gran Virchow se había burlado de él y sus bacilos patógenos tiempo atrás. Sin embargo, los asisten-tes a la sesión -entre los que se encon-traba Paul Ehrlich, futuro premio Nobel-, asombrados y fascinados olvidan pre-guntar, hablar, aplaudir. Nadie se levan-ta para discutir sus descubrimientos. Es un silencio solemne. Los ojos de los allí reunidos se vuelven entonces hacia Vir-chow, el zar de la ciencia alemana, aquel que con un simple gesto era capaz de arruinar cualquier idea sobre las enfer-medades. Pero Virchow no dice nada. Simplemente se levanta, se pone el som-brero y sale de la estancia con su abrigo en el brazo. No tenía nada que decir. Fue una comunicación tan innovado-ra, tan avanzada e inspiradora, que sentó las bases de procedimiento científico a partir de entonces. Koch no se limitó a hablar. Hizo una demostración de la efi-cacia de su nuevo método de tinción con derivados de la anilina (azul de metileno y marrón de Bismarck), que permitía ver las bacterias con aquel microscopio que le regalara su esposa Emmy con motivo de su vigésimo noveno cumpleaños, y mostró ante la audiencia medios de cul-tivo, a base de suero coagulado, y otro material traído de su laboratorio. Lenta-mente, los asistentes se pusieron en pie y se dispusieron a mirar a través del mi-croscopio para poder ver la bacteria de la tuberculosis con sus propios ojos. Su característica de resistencia a la decolo-ración con alcohol-ácido sería puesta de manifiesto más tarde. Según Paul Ehrlich fue «el aconteci-miento científico más importante en el que yo haya participado jamás». El pú-blico, de acuerdo a un texto de Rapport y Wright, acogió sus conclusiones con un silencio total... Y el profesor Du Bois- Reymond se vio obligado a levantar aquella memorable sesión. El mundo entero se conmocionó. El descubrimiento trascendió esa misma noche, los periódicos más importantes se hicieron eco de la revolucionaria no-ticia sobre la etiología de la tuberculo-sis. Su trabajo fue publicado en el Diario de Medicina Clínica el día 10 de abril del mismo año. Miles de médicos acudieron a Berlín a escuchar a Koch. Desde enton-ces, en esa fecha se celebra el Día Mun-dial de la Tuberculosis. SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA SUBDIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES Y PATRIMONIO CULTURAL


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