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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 127

JAIME ANTÓN VISCASILLAS cinco etapas como titular de la cartera de Marina fue febril en todos los ámbitos, y además aún tuvo tiempo de elaborar tres planes navales (47), cuyo último fruto, la Ley Miranda de 1915, consiguió dotar a la Armada de un buen número de magníficos buques, entre los que figuraban cruceros ligeros, destructores, cañoneros y submarinos. La más sobresaliente virtud de este programa naval fue el acierto del ministro en adoptar un plan de construcciones por series, con el objetivo de que se incorporaran los avances técnicos necesarios para que las del último grupo no nacieran anticuadas antes de entrar en servicio, pecado capital de la política naval española que acabó siendo casi endémico en el último cuarto del siglo XIX. Estas mejoras tecnológicas se introdujeron, por ejemplo, en la segunda serie de cruceros (Príncipe Alfonso y Almirante Cervera), al igual que la de destructores (48) (Churruca, Alcalá Galiano y Sánchez Barcáiztegui), que representaban versiones muy mejoradas con respecto a las primeras series (cruceros Méndez Núñez y Blas de Lezo y destructores Alsedo, Velasco y Lazaga). Se ha señalado como su mayor laguna el hecho de no contemplar la construcción de acorazados, pero Miranda tuvo muy claro que un par de unidades de este tipo, por poderosas que fueran, sólo podrían ejercer su influencia en un punto muy concreto de la mar, en tanto que un grupo de unidades, con una suma de poder ofensivo equivalente, podría ocupar un área de muchas millas y entablar un mayor número de combates parciales, o bien realizar numerosas misiones tanto en tiempo de paz como de guerra. Tampoco debemos olvidar que, en aquella época, la construcción de una escuadra de acorazados excedía de la capacidad industrial de España, que ni siquiera estaba en disposición de atender a su mantenimiento, de modo que se hubiesen tenido que realizar unas costosísimas inversiones en infraestructuras y un esfuerzo tecnológico por encima de las posibilidades del país. El acierto en repartir su presupuesto en un esfuerzo continuado, pero no demasiado gravoso para el Erario, garantizó sin duda el extraordinario balance final del programa pues, aun excluyendo las unidades pertenecientes al tren naval, se construyeron veinticinco de las cincuenta y nueve previstas, si bien también fueron adquiridas por gestión directa, con los fondos previstos en la ley, otras sesenta y una, incluyendo en este número a las lanchas K y H. Así (47) En sentido estricto, fueron dos planes navales (el proyecto de 7 de mayo de 1914, retirado, y el plan naval aprobado por ley de 17 de febrero de 1915), más una ley (de 30 de julio de 1914) que autorizó la construcción de una única unidad de superficie: el crucero explorador Reina Victoria Eugenia. (48) El éxito de la serie Churruca motivó la ampliación de estos destructores a través del conocido como «segundo plan o programa de la Ley Miranda», revitalizado por la «Ley Cortina », de 1922. Los nombres que recibieron los demás destructores de esta serie fueron: José Luis Díez, Almirante Ferrándiz, Lepanto, Churruca, Alcalá Galiano, Almirante Valdés, Almirante Antequera, Almirante Miranda, Císcar, Escaño, Gravina, Jorge Juan y Ulloa. Las unidades de esta clase fueron en total dieciséis, pues los dos primeros, el Churruca y el Alcalá Galiano, se vendieron en 1927 a la República Argentina, que los rebautizó con los nombres de Cervantes y Juan de Garay, respectivamente 62 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 127


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