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REVISTA DE HISTORIA MILITAR EXTRA COLEGIO ARTILLERIA

DE LA ESCUELA A LA ACADEMIA. LOS CENTROS DE... 43 Herrera, alférez y alumno de la citada academia, escribiría poco después a José Patiño, Secretario de Estado y del Despacho en las negociaciones de Guerra, Marina, Indias y Hacienda, notificándole el estado de extrema pobreza en que quedó su padre tras sufragar con su sueldo de 160 pesos al mes los gastos de la academia, hasta tal punto que tuvo que pedir prestado para su entierro. Desafortunadamente, Juan de Herrera falleció antes de tener la satisfacción de ver como Felipe V confirmaba en 1736 al centro como Real Academia, según se determinaba en el artículo 97 del Reglamento para la plaza de Cartagena de Indias69. Al amparo de la legislación que iría dictando la Corona, comenzaron a funcionar diversas academias. En Chile, se creó una academia por Real Orden de 20 de septiembre dc 1759, y en Yucatán fue fundada otra por el in-geniero Antonio Esach. En La Guaira, el capitán de Artillería Manuel Cen-turión, con la aprobación del Gobernador y Capitán General de Venezuela, estableció en 1761 una Academia de Matemáticas, de la que se daría cuenta a S.M. el 30 de julio de ese mismo año, organizando además una escuela práctica exclusiva para artilleros, en la que se les instruía en los rudimentos básicos de su empleo. De los 15 alumnos iniciales, 6 eran civiles y, del resto, la mayoría pertenecían al Cuerpo de Artillería. En La Habana, Alejandro O’Reilly, Mariscal de Campo e Inspector General de la tropa reglada y milicias de la Isla de Cuba, creó en 1764 la Compañía de Cadetes Nobles, a la que se incorporarían 24 alumnos, hijos de las élites peninsular y criolla. La edad de ingreso oscilaba entre los 10 y los 16 años, y el límite de permanencia se fijaba en los 24 años, tras lo que habrían de elegir entre tomar carrera o excluirse. Los cadetes eran instruidos inicialmente por los oficiales, sargentos y cabos de las unidades de la plaza, y su programa de estudios era tan apretado que se aprovechaban incluso los días festivos para impartir las enseñanzas y asistir a las escuelas prácticas de artillería, pues convenía “… mucho que se familiarizen (sic) los cadetes con el chilli-do de la bala, que conozcan el ningún peligro a que están expues-tos de su propia gente, y que es mucho más el ruido y la aprehen-sión, que cl estrago de las balas enemigas, se les acostumbrará a tirar, primero al blanco y después en sus formaciones”70. 69  Sobre esta academia, vid. MARCHENA FERNÁNDEZ. Juan: “La primera Academia de Ingenieros en América”, en Revista Ejército, nº 447. Abril de 1977. Madrid, págs. 24 y 25. 70  AGI, Santo Domingo, 2.118. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2014, pp. 13-72. ISSN: 0482-5748


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