Page 35

REVISTA DE AERONAUTICA 829

Antonio García Guerrero 75 aniversario EJÉRCITO DEL AIRE 1939-2014 no en actuar en el aire ni en su gran velocidad de desplazamiento, sino en esa ausencia de límites físicos en su campo de acción. Esto no ha sido aún bien comprendido por muchos. A consecuencia de esta circunstancia, una inmensa cantidad de elementos de resistencia del enemigo, antes a cubierto de cualquier peligro, pueden ser objetivos inmediatos y directos de la acción aérea. Multitud de operaciones que solo en casos excepcionales podían ser intentadas, como las dirigidas contra la retaguardia o líneas de abastecimiento de los Ejércitos, o contra las fuerzas marítimas en sus bases, hoy pueden ser acometidas en cualquier momento. Operaciones que dentro de la estrategia tradicional serían temerarias o totalmente irrealizables, son ahora, gracias al poder aéreo, perfectamente factibles. Pues, en efecto, sin la existencia del poder aéreo no podría siquiera concebirse ni Noruega, ni la reconquista de Libia, ni Creta; no habría pasado nada en Tarento, ni tampoco habría ocurrido el hundimiento del “Bismarck”. Esta ampliación del campo de las operaciones es, sin duda, la variación más significativa y profunda que se observa en la guerra. Por otra parte, el poder aéreo ha dado al conjunto de la acción armada una unidad que antes no tenía. La guerra, hasta ahora, presentaba dos aspectos: el terrestre y el naval que, aún persiguiendo el mismo fin, se desarrollaban casi con independencia uno de otro. La concurrencia de los dos en el mismo instante, esto es, la operación combinada, era lo excepcional. Y más rara aún la acción aislada de una de estas fuerzas contra la otra. Mas hoy el poder aéreo interviene constantemente en toda acción terrestre o marítima y ataca de continuo por sí solo a la Marina y al Ejército, estableciéndose así una interdependencia muy marcada entre las tres formas de guerra. Pero esta interdependencia no es equivalente. El Ejército y la Marina tienen sus zonas exclusivas de actuación y la faja común a ambas zonas es sumamente limitada. Por el contrario, la esfera de acción del Arma Aérea abarca en su totalidad a dichas dos superficies y aún tiene su propia zona exclusiva, que es todo el cielo y la superficie enemiga momentánea o permanentemente fuera del alcance del Ejército o la Marina. La acción aérea interfiere, pues, toda acción terrestre o naval, mientras que la recíproca solo se efectúa en el momento y en el punto en que las f uerzas aéreas sobrevuelan a las fuerzas terrestres o marítimas o atacan un objetivo común a éstas. Pues otra diferencia en este aspecto es que la iniciativa de un ataque mutuo, salvo casos absolutamente excepcionales, corresponde siempre a la Aviación, la cual actúa ofensivamente contra las fuerzas de superficie, mientras que éstas no pueden ir al ataque de la Aviación, sino que se han de limitar a defenderse cuando son atacadas por ella. Consecuencia de esta nueva situación es que de ahora en adelante uno de los cometidos principales, y no ciertamente el más sencillo, del jefe supremo, será armonizar esos tres factores para hacerlos concurrir a las acciones decisivas y para que en todo REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2013 985


REVISTA DE AERONAUTICA 829
To see the actual publication please follow the link above