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MEMORIAL INFANTERIA 65

INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS. LECCIONES APRENDIDAS Las durísimas victorias de Najaf y Faluya permitieron las falsamente esperanzadoras elecciones parlamentarias de enero de 2005, malogradas por el boicot suní. Reaparecieron los indicadores de progreso (otro recuerdo infausto que recuperaba sus defectos4), mientras al otro lado los insurgentes incrementaban el uso de IED y los hacían gigantes, dobles y triples, combinándolos con emboscadas en atentados “complejos”. Descrita como una insurgencia “darwiniana”, sus supervivientes se hacían mejores frente a soldados que desconectaban periódicamente y debían readaptarse cada vez. En el “Triángulo Suní” Al Qaeda en Irak (AQI) intentaba imponer su reinado autoritario, al sur los chiíes se habían levantado; la sociedad iraquí desgarraba las costuras postcoloniales que unían suníes, chiíes y kurdos. Los soldados se debatían entre la desorientación, la apatía o la determinación, con esporádicos episodios de venganza. A alto nivel se debatían teorías, se negaba la realidad y se hacían declaraciones optimistas. Amanecía la edad de oro de los grupos de estudio, mientras algunas unidades luchaban con una entrega y heroísmo admirables y creían dejar a su marcha una zona de responsabilidad mejorada, sólo para encontrar invariablemente una situación deteriorada en su siguiente rotación. Otras veces, ni siquiera tenían que esperar a la vuelta y había que conquistar una 58 y otra vez las mismas calles sepultadas en el polvo, escombros, basura y cadáveres. El enorme desastre que había heredado6 no le impactó completamente hasta que empezó a leer algunas de las recompensas al valor concedidas a soldados y marines que habían luchado en las batallas de primavera en Sadr City, Faluya y Najaf. En el Pentágono había ojeado los documentos clasificados de la rebelión. Pero los lacónicos informes no reflejaban lo cerca que habían estado los soldados de la 1ª DCAB de Chiarelli de haberse visto arrollados. (Cloud y Jaffe, 2009, pág. 164). En el Teatro de Operaciones las circunstancias podían ser muy variadas: se podía vivir en “La Zona Verde” junto a otros 50.000 individuos con las comodidades que se esperan en una misión de paz, mientras la falta de unidades obligaba a mejorar la proporción entre “dientes” y “cola”, problema recurrente desde los tiempos de Mario7. Los que debían morder vivían una realidad diferente, como refleja la pregunta de un herido a Chiarelli8 en sus primeros días de mando: “Señor, ¿porqué no hemos traído nuestros carros de combate?”. En realidad, el teniente general los había pedido pero desde EEUU se rechazó la solicitud “sin ni siquiera conceder el beneficio de la duda ... Parecía que la totalidad del estamento militar estadounidense había decidido que la guerra había finalizado, mientras sus hombres combatían en batallas casa por casa”9. De hecho en Faluya había habido más combates en el interior de habitaciones que en la ofensiva del Tet. Cada división actuaba por libre. Algunos aliados criticaban abiertamente el enfoque demasiado agresivo de los estadounidenses y su falta de comprensión sobre la necesidad de ganarse a los iraquíes10. En el epicentro del networking, millones de gigabytes se apiñaban en informes inundando la Zona Verde, pero el teniente general Casey11 desconfiaba de ellos e interrogó directamente a todos los jefes de batallón 12 que pudo y que indefectiblemente afirmaban disponer de lo necesario para cumplir la misión. Terminó encargando a dos oficiales de confianza que se enterasen de qué pasaba realmente sobre el terreno y obtuvo un informe realista y alarmante13. La información solo llegaba al presidente previamente revisada por Rumsfeld, despojada de lo que chocase con la versión oficial14. El objetivo, favorecido por el carácter y la falta de contacto con la realidad del Fig.2 En 2004, las batallas de Nayaf y Faluya supusieron un notable incremento de bajas. El traslado de unidades dejaría zonas abandonadas.5


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