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MEMORIAL CABALLERIA 72

91 HISTORIA Rodríguez, y desde este punto he dirigido personalmente la operación, habiendo salido de Melilla a las doce y media de la madrugada. Nuestras tropas avanzaron decididamente, y en primeros combates en proximidades de Ulad Ganen, fuerzas Regulares de Caballería a las órdenes del general Navarro mataron a Mohamed Mizzian que al frente de numeroso grupo se dirigió a ellas, arengándolas diciéndoles quién era y que no tirasen por ser todos hermanos; nuestras fuerzas dispararon, matándole, así como a muchos de los que le acompañaban, huyendo los restantes y abandonando el cadáver, que cogieron y reconocieron ser el Mizzian. Su caballo huyó y no pudo ser cogido; debido sin duda a esto, así como a la combinación de fuerzas que por todas partes concurrían al objetivo, la resistencia del enemigo fue débil, y como decía a V.E., a las ocho y media el general Navarro estaba ocupando el objetivo. El general López Herrero cubrió su flanco izquierdo entre Bugardaín y Melha; el general Moltó en Ibuchaten, próximo al Kert y zoco viejo del Zebuya, al flanco derecho de Navarro, y el general Rodríguez en posiciones de Ulad Ganen y Tauriat Hamed. Inmediatamente comenzaron las obras de fortificación, para lo cual ya se había mandado de campamento y fortificación, utilizando también cuatro compañías de Zapadores, y a las dos de la tarde, cuando ya las obras estaban muy avanzadas, marchó a Isahafen columna Moltó, que era la que ocupaba posición más peligrosa. Al empezar esta retirada el enemigo trató de pasar el Kert en grandes grupos, creyendo que el repliegue iba a ser general, y con columna López Herrero, que lo contuvo, se pudo efectuar fácilmente la retirada. A las cuatro de la tarde, y después de efectuado el repliegue, me he retirado de las posiciones. En la posición de Haddú-Al-lal u Kaddur, que es la más avanzada, queda el general Navarro con cuatro batallones y dos baterías y dos compañías de Zapadores, interín terminen las obras de fortificación, pues después se reducirá la guarnición a menos de un batallón y una batería; y en las alturas de Tauriat Hamed y Ulad Ganen quedan seis compañías y dos baterías, que se reducirán más adelante. La jornada ha sido gloriosa y un gran triunfo, habiéndose portado las tropas de modo brillante; se han cogido más de treinta muertos que el enemigo ha dejado abandonados en el campo, y se han hecho muchas más bajas, habiéndose cogido también un herido. Por nuestra parte hemos tenido teniente Samaniego, de Caballería Fuerzas Regulares Indígenas, y teniente Julián Morales de San Fernando, muertos; teniente Núñez de Prado de Fuerzas Indígenas, comandante Serrano, teniente Soler y Felipe González, de Ceriñola y teniente Mola, de Regulares a pie, heridos; siete de tropa muertos y 20 heridos de Fuerzas Regulares, y cuatro de tropa muertos y veintidós heridos de columna Ejército. Además, 16 caballos muertos y ocho heridos. Tal vez haya alguna más de última hora, que todavía no me han comunicado; pero se las comunicaré cuando me las den. Al tener noticia de la muerte del Mizzian, mandé traer el cadáver donde me encontraba, y fue reconocido por todos los moros y por intérprete de Capitanía general. Además, llevaba un sello de plata con la inscripción de su nombre y atributos de que era cherif. Se le cogió también una pistola Browning y una carabina, yendo bien vestido. He traído su cadáver a la plaza y pasado mañana será llevado a Segangan, para ser entregado a su familia para que lo entierren.» En el mismo Periódico, más adelante el corresponsal describe de una forma más detallada la muerte del Mizzian, con los siguientes términos: “A las nueve de la mañana la Caballería regular indígena que mandaba el coronel Berenguer recibió orden de pasar una barrancada cerca de Tauriat Hach para cargar sobre el enemigo, que, apostado en la parte alta del barranco, hacía sobre nuestras fuerzas un fuego mortífero. En el momento que la Caballería ganaba la altura y se disponía a cargar sobre los cabileños, un moro, que desde luego les llamó la atención por lo arrogante y bien vestido, se adelantó a caballo hacia las fuerzas indígenas, llamándoles hermanos y excitándoles en nombre de Dios a que se pasaran a la harca. Un cabo español se echó el fusil a la cara y le disparó un balazo que le hirió en el pecho. El jinete cayó al suelo y el caballo salió al galope. Los soldados que iban con el cabo hicieron casi simultáneamente una descarga sobre el grupo de moros que acompañaban al que acababa de caer y que por su manera de vestir parecían también jefes, con tal acierto, que cayeron muertos otros cinco. Entonces los moros restantes huyeron a la des


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